Fue el ministro de Agricultura, Luis Mayol, el encargado de dar las órdenes para el inicio de la faena del biodigestor más grande de América Latina. Él fue uno de los tres secretarios de estado (junto con Cecilia Pérez y Jorge Bunster) que llegaron a la inauguración de una tecnología que costó US$11 millones de inversión al grupo Bethia, para transformar a su planta lechera Ancali, en Los Ángeles, en la más grande de Latinoamérica, reduciendo al máximo el impacto ambiental y social de sus operaciones.
Uno de los problemas en el manejo de operaciones tan grandes con animales, son los residuos. Estos generan mal olor y atraen insectos. Ancali venía creciendo en cantidad de vacas desde hace tiempo, hasta llegar a la actual capacidad de 6.500 vacas que se pueden ordeñar simultáneamente.
Es tan grande, que su ingeniero jefe, Aníbal Pacheco, explica que no hay tantas lecherías de esta magnitud en el mundo. En Europa, dice él, son habitualmente para 500 vacas. Así que cuando buscaron tecnología para trabajar con los residuos que esta planta generaba fueron a estudiar cómo lo hacían en Estados Unidos.
En si discurso inaugural, el vicepresidente del grupo Bethia, Carlos Heller dio cuenta de estas pesquisas. "Visité junto con los ejecutivos de Ancali las mejores lecherías del mundo, hasta que dimos con lo que necesitábamos. Se trabajó día y noche sin descanso para poder estar aquí hoy e inaugurar este biodigestor con el que esperamos generar 28.800 kw/día en forma continua. La energía eléctrica se inyectará al SIC aportando energía renovable no convencional a la matriz energética del país, producida en base al purín de nuestras vacas lecheras", dijo.
Esa energía es suficiente para proveer de energía eléctrica a 3.900 hogares. Y aunque todavía no se llega a ese máximo, actualmente Ancali ya le inyecta o vende al Sistema Interconectado Central una cantidad de energía eléctrica que irá creciendo hasta que el proyecto esté al 100% de su funcionamiento.
Y todo gracias a reutilizar las fecas de las vacas o purines. Éstas se recolectan de manera automática mediante un sistema placas con pendientes que separan la arena del purín. El purín "viaja" hasta una piscina donde se acopia y luego este se encierra en unas cajas que se mantienen a una temperatura de 38 grados, a fin de que se genere biogás. Este se ocupa luego, para la generación de energía eléctrica, mediante un generador que fue hecho especialmente para esta operación.
Heller, que ese día recorrió con sus invitados las instalaciones de la planta, dijo luego que se cumplió con todas las autorizaciones sectoriales requeridas por los organismos reguladores ambientales. "Pero siempre quisimos ir más allá. Lo que parecía una locura hace dos años y para algunos incluso un acto innecesario, decidimos hacernos responsables de cualquier efecto que pudiésemos provocar sobre el medioambiente y las comunidades que nos acogen. Con esa determinación salimos a buscar fuera de nuestras fronteras el mejor biodigestor del mercado que nos permita tratar nuestros residuos y con ello disminuir ostensiblemente los efectos negativos de su manipulación".
Heller dijo también que en el año 2010 tomaron la decisión de convertir a Ancali en una lechería modelo. Y se fijaron seis principios básicos: el uso eficiente de la tecnología (salas rotatorias, sistemas de frío instantáneo, entre otros); el cow confort, (camas de arena, rascadores de pedestal, pisos de goma en todos los pasillos, rutinas de limpieza tres veces al día), capacitación de recursos humanos; eficiencia de procesos, selección genética y la sustentabilidad medioambiental y la responsabilidad social.
Pero esto no queda ahí. En los próximos cuatro años se espera llegar a 10 mil vacas. Eso implicará además de una nueva inversión, también generar más energía, pues se tendrá que instalar un segundo generador para convertir los purines en biogás. La parte fundamental ya está hecha y las instalaciones actuales consideran los espacios para los futuros desarrollos.