El próximo 10 de diciembre, Mauricio Macri cumple dos años en la Presidencia de Argentina, período que ha sido de dulce y de agraz. Lo primero, porque los mercados y los inversionistas internacionales cambiaron la percepción que tenían del país -especialmente durante los años de la era Kirchner- y han vuelto a poner sus fichas en él. Lo segundo, porque durante su administración, el mandatario ha debido impulsar una serie de reformas orientadas a recuperar el crecimiento, lo que la mayoría de las veces no es popular. Es así que para hoy los trabajadores del sistema de trenes subterráneos porteños paralizarán durante algunas horas de la mañana en protesta por las reformas laboral y previsional que impulsa el Gobierno. En un país tan sindicalizado como Argentina, las centrales sindicales pueden hacerle pagar un costo político muy alto al Presidente Macri al intentar este concretar todo lo que prometió durante su campaña como candidato.
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Sin embargo, el único camino para que Argentina sea creíble de verdad para los inversionistas de largo plazo, es que Macri llegue a buen puertos con sus reformas. Para la región sudamericana siempre será beneficioso que Argentina y Brasil, sus dos mayores mercados, se muestren estables para la inversión. Y eso es especialmente válido cuando se trata de un país pequeño como el chileno.