Una de las características en común que han tenido los últimos procesos eleccionarios en Europa ha sido el avance de grupos minoritarios que con un discurso más rupturista o extremo han ido ganando espacios importantes de representación. El rechazo a la globalización y una baja sintonía hacia la inmigración -que en algunos casos ha rayado en manifestaciones racistas o xenófobas propiamente tales- han sido las expresiones más claras de esta avanzada. Tal como se está viendo en Alemania, el camino de los partidos moderados a derecha e izquierda ha sido descendente, lo que ha dado paso a un discurso que ciertamente es políticamente menos correcto.
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Otro ejemplo se está dando en Italia, con la Lega Nord, que con un discurso nacionalista contra la inmigración, la mafia y el tráfico de drogas, y la defensa de principios valóricos conservadores, ha comenzado a llamar la atención a nivel internacional. Lo que busca la agrupación es una mayor autonomía para las regiones de Lombardía y Véneto, afán que quedó plasmado en octubre, cuando a través de una votación electrónica el 95,3% de los electores (de los 3 millones que tomaron parte en el proceso y que representaron el 38,26% del padrón electoral) votó Sí. El desafío de los actuales líderes europeos será saber interpretar las nuevas demandas que están saliendo a la luz.
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