El banco Mundial va a declarar su ambición de "Terminar la Pobreza" cuando los ministros de Finanzas se junten para su reunión de primavera en Washington esta semana, pero tras el eslogan hay una institución en problemas, envuelta en una reestructuración desenfrenada bajo el presidente Jim Yong Kim.
Kim, que lleva 21 meses de un período de cinco año a la cabeza de la institución de desarrollo más importante del mundo, le dirá a los ministros que el Banco Mundial está camino a convertirse en un "banco de soluciones" simplificado, después de una ambiciosa reorganización a "prácticas globales".
Sin embargo, según entrevistas realizadas a casi 20 actuales y ex trabajadores, el banco se transformó en un infierno de la reestructuración, a medida que Kim lleva a cabo US$400 millones en recortes de costos, un replanteamiento financiero completo y una supervisión estructural, todo al mismo tiempo.
Kim ha incorporado consultores costosos, ha obligado a 48 altos gerentes a volver a postular a sus propios puestos, sacando a tres de los más senior sin explicación, y ha molestado al equipo viajando en jets privados, en momentos en que propone profundos recortes de costos.
Lo que es más, hay dudas sobre si un cambio interno debiera ser la principal prioridad de Kim para el banco, que está luchando cada vez más por relevancia. Aunque sigue siendo un pilar del sistema financiero internacional, a veces se encuentra a sí mismo compitiendo con países que son sus propios mayores clientes, como China, cuando le presta a países en desarrollo.
"¿Acaso (la reestructuración) va realmente al núcleo del problema del banco? dice Uri Dadush, ex autoridad del banco, ahora en el Fondo Carnegie para la Paz Internacional. "Creo que es un paso en la dirección correcta, pero el conflicto estratégico del banco es su relevancia en países de ingreso medio".
En juego no está solo el éxito de la presidencia de Kim, sino el esfuerzo colectivo del mundo para ayudar a países en desarrollo. Si el Banco Mundial pierde brillo, la alternativa es un futuro de países individuales compitiendo por influencia a través de la ayuda bilateral, con menos interés en las necesidades de los pobres.
Un funcionario senior del G20 de uno de los países clientes más grandes del banco, cuestionó la estrategia de Kim y la forma en que la estaba realizando. "No pedimos estos cambios. Estamos dispuestos a darles una oportunidad, pero estamos preocupados por la forma en que se están haciendo", dijo, agregando que "nadie quiere decirle al emperador que no tiene ropa puesta".
Kim fue una elección de último minuto de la administración Obama. Pesos pesados de países en desarrollo, como Ngozi Okonjo-Iweala, de Nigeria, ya estaban en carrera, pero el carisma de Kim resultó atractivo. Nacido en Corea del Sur, tiene un CV extraño para un banco con US$329.000 millones en su balance y la misión de hacer ricos a los países pobres. Kim no tiene experiencia en desarrollo económico, ni en diplomacia financiera. El saliente Robert Zoellick, suscitaba respeto, pero era un estadista que gobernada desde una oficina. En contraste, Kim parecía dispuesto a escuchar.
Lo que escuchó Kim fueron tres quejas comunes del banco: sufre de silos, con expertos atrapados en una de las seis regiones; es averso al riesgo y es más feliz construyendo sistemas de metro en China que ensuciándose las manos en Afganistán, y los clientes con poder de elección no están interesados, porque es muy lento y burocrático.
Kim dijo que la incertidumbre debiera terminar cuando partan las nuevas prácticas globales en verano (boreal). "Espero que gran parte de la ansiedad desaparezca el 1 de julio", señaló Kim.
Dadush es paciente con los esfuerzos de Kim. "Este no es un trabajo que te gustaría tener o no tener. No hay manera de que la persona que intente hacer esto lo haga de una forma buena y agradable".
La última prueba para Kim será si logra hacer al banco de nuevo relevante. Se fijó dos objetivos: terminar con la pobreza extrema e impulsar los ingresos del 40% más pobre en todos los países en desarrollo. Pero es difícil medir la contribución del banco a los dos.
Kim dijo que sabrá si la reestructuración ha funcionado si suben los préstamos y consejos del banco. La idea es que las prácticas globales incrementarán su demanda, mientras los recortes de costos elevan la capacidad de prestar. "Por cada US$100 millones que ahorramos, podemos prestar US$1.000 millones a clientes", explicó Bertrand Badre, director financiero.
Ya hay capacidad disponible en el balance del banco, que los países de ingreso medio han sido reacios de utilizar, porque es más fácil financiar sus necesidades de infraestructuras en mercados de capitales privados. Así, el banco está revisando sus precios y la cantidad de capital que tiene para amortizar préstamos. "Nos gustaría ser una organización más grande, 50%, 60% o 70% mayor en diez años", dijo Kim. Si eso ocurre, lo malo de la reestructuración se olvidará.
"Hay que darle crédito por agitar la organización y tomar decisiones difíciles", dijo Dadush. "Pero eso no lo exime de producir resultados", acotó.