En un día frío en Nueva York, en el restaurant JoJo (en la esquina de Lexignton con la calle 64), me reúno con Jagdish Bhagwati, un brillante, discutidor y ocasionalmente injurioso, que tiene una reputación de ridiculizar a sus enemigos. Como uno de los economistas más destacados de su generación que nunca se ha ganado el Premio Nobel, su fracaso en ser reconocido por su trabajo sobre comercio internacional se ha transformado en una especie de causa célebre.

Un académico me dijo que solía evadir al gran profesor el día en que se anunciaba el Nobel económico, porque Bhagwati inevitablemente estaba en un estado anímico gélido, a medida que pasaba otro año sin un premio. La omisión del comité del Nobel es tan conocida que incluso llegó a Los Simpsons, en un episodio donde Bhagwati recibe el codiciado premio. (Y Krusty el Nobel de la paz).

Más recientemente, Bhagwati (79) se hizo más conocido por una contienda intelectual con Amartya Sen. Como Bhagwati, Sen es un economista educado en Cambridge, nacido en India y que ahora vive en EEUU, donde Sen enseña Economía y Filosofía en Harvard. A diferencia de Bhagwati, Sen ha recibido el Nobel. En una discusión extendida, Bhagwati acusó a Sen de priorizar la redistribución en países pobres, como India. Bhagwati argumentó que solo generando el crecimiento suficiente para empezar, habría riqueza suficiente para repartirla. “¡Sen pone la carreta delante de los bueyes!”, escribió el año pasado en la revista Mint.

La disputa desde entonces se ha salido de la torre de marfil hacia el polvo y sangre de la elección en India, el ejercicio democrático más grande del mundo, que llegará a su clímax el próximo mes. Sen se ve alineado tras la administración actual, que buscó políticas que favorecen ampliamente a los pobres, pero que ha permitido que el crecimiento caiga. Bhagwati apoya la controvertida candidatura del socio guayaratí, Narendra Modi, que lidera al nacionalista hindú Partido Bharatiya Janata y que promete revolucionar de nuevo a la economía.

Pese a ser un hombre de ideas, siente pasión por historias de personas. Siempre invoca personajes de años pasados, muchos de sus días en Cambridge. Nació y fue criado en Bombay, aunque su familia era Guayaratí. Su padre fue juez de la Corte Suprema, pero no eran ricos, dice. Su única indulgencia era con la librería local, donde tenía una cuenta abierta. “La educación es la mayor prioridad”.

Puede ser duro. En su último libro, “Por qué importa el crecimiento”, escrito junto al economista de Columbia Arvind Panagariya, acusó a George Soros y Joseph Stiglitz de practicar “economías de Jurassic Park” por sus cuestionamientos de ortodoxias pro-mercado.

Pasamos al decepcionante segundo término de Singh. El primer ministro también estudió en Cambridge, donde se conocieron en 1955, y ha permanecido como amigo de Bhagwati. “Sonia maneja las cosas básicamente”, dice, refiriéndose a Sonia Gandhi, la líder de la dinastía del partido del congreso. Singh, dice, es generoso y humano.

¿Qué hay de Modi?, le pregunto. Hasta hace poco, el ministro en jefe de Gujarat, era considerado no elegible como primer ministro, por su supuesto fracaso en intervenir durante los motines en que murieron más de 1000 personas, en su mayoría musulmanes. “Cuando pasó 2000, estaba en shock como todo el mundo”, dice Bhagwati de esa tragedia. Pero cita una investigación monitoreada por la Corte Suprema en 2012 que exoneró a Modi. “Cuando la gente dice que Modi es autoritario, no lo creo. Suena como que es fascista o algo así. Pero si la gente no ejerce autoridad, no se logra nada. Se necesita a alguien que tenga una visión de dónde se puede ir”. En una ocasión, pasó cinco horas con Modi. “Me vi abrumado por él”, dijo.

¿Cree que Modi ganará? Las elecciones de India son especialmente difíciles de predecir. “Nunca se sabe qué pasará. Pero si él no llega al poder, no estoy muy optimista por India”.

El miedo a las acusaciones por corrupción ha hecho que las tomas de decisiones lleguen a un punto de atasco, que -Bhagwati espera- Modi despejará. El gobierno, dice, también gastó mucho dinero, mucho de lo que Bhagwati considera subsidios no efectivos. Esto ha obligado al banco central a elevar las tasas de interés, y asfixiar el gasto. “Eso nos lleva al terreno de Amartya Sen, porque él favorece más gasto”, asegura.

Sobre un giro al nacionalismo hindú, cree que la moderación prevalecerá: “porque es más probable que eso ocurra en lugar del extremismo. La intolerancia no funciona en países democráticos como el nuestro. Y seguimos siendo democráticos. De eso estoy convencido”.

Paso brevemente a hablar de libre comercio, algo que él ha defendido durante toda su vida. El comercio internacional ha hecho que los países más pobres escapen de la pobreza, pero pregunto si cree que también ha generado estancamiento de salarios en naciones más ricas. “No, eso es teoría marxista”, dice.

Y entonces toco el tema del Premio Nobel. ¿Todavía lo agravia? “Agravio es una palabra muy fuerte”. ¿Es muy tarde para que gane? “¿Quién sabe? Mi amigo Leo Hurwicz lo ganó a los 91, Tom Schelling a los 85, no se sabe”.

Pero ataca de nuevo. Sería bueno, incluso ahora, recibir el Nobel, dice. “No hay nada sobre comercio internacional que no haya escrito con éxito. No debiera decirlo por mí mismo, pero muchas personas lo dicen”. Entonces, se pregunta si acaso ha sido rechazado por sus salidas y ataques literarios. “Debiera”, afirma, sacando una risa, “tener uno por literatura tal vez”.

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