LO que hace cinco años era una curiosidad de internet, las criptomonedas, se ha convertido en los últimos meses en una materia de polémica y de no poca incertidumbre. Si bien hay informes que subrayan su aún escaso volumen dentro de los activos financieros, la expansión sistemática y el nivel de precio que está alcanzando el bitcoin han obligado a los bancos centrales a comenzar a evaluar la situación y no ampararse en que se trata de un campo donde no tienen competencias. De hecho, el Banco Central chileno a lo menos ya ha citado el caso de las criptomonedas. Lo inquietante de estas es que, en rigor, se ignora quiénes operan tras ellas, sus propósitos y el evidente riesgo de actividades ilícitas que pueden anular los avances en la lucha global contra el lavado de activos de los últimos años.

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Se debe tener en claro que la tecnología detrás de las criptomonedas, el blockchain, no es mala per se y podría generar ahorros considerables al sistema financiero. Sin embargo, para que realmente sea un factor positivo se requiere que esté dentro del sistema financiero formal, debidamente regulada, con claridad de qué o quiénes están detrás. Este problema, propio de una regulación que va detrás de la tecnología, obliga a un tratamiento multilateral y a profundizar la exigencia de transparencia e investigación de riesgos y burbujas, que podrían afectar al sistema financiero en su conjunto.

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