Mientras presidía la semana pasada un proyecto ferroviario en Rondonópolis, en el estado brasileño de Mato Grosso, la presidenta Dilma Rousseff dijo que el país estaba atrasado en "dos siglos" en la construcción de su red ferroviaria.

Algo similar, aunque en menor medida, se podría decir para el resto de las redes de transporte y logísticas del país. El sistema de carreteras de Brasil está atrasado probablemente entre 50 y 60 años, lo mismo para los puertos, el transporte urbano y los aeropuertos.

El gobierno está tratando de solucionar este problema. Si bien hay muestras de esto en los dos procesos de licitación de la semana pasada - uno para las carreteras y otro para los bloques de exploración de petróleo - necesita avanzar en el tema o arriesgarse a condenar a Brasil a una década perdida en términos de crecimiento económico.

¿Quién es responsable de este desastre? El gobierno de Rousseff llegó al poder con el objetivo explícito de abordar este cuello de botella a través de programas de construcción de grandes infraestructuras, como el programa de aceleración del crecimiento (PAC) de mil millones de reales.

El banco de desarrollo del país (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, BNDES), el principal financista de la PAC, se ha multiplicado en tamaño. Sus desembolsos de préstamos han aumentado de apenas 40 mil millones de reales en 2004 a 88.300 millones de reales en los primeros seis meses de este año.

Sin embargo, a pesar del enorme estímulo del gobierno, la inversión como proporción del PIB sigue baja en comparación a las de otras grandes economías. A finales de junio fue de 18,6 %, en relación al mínimo de 22% que recomiendan los economistas.

Algo no está funcionando aquí, en parte por la escasa capacidad del gobierno para ejecutar. En la subasta de la semana pasada, por ejemplo, dos grandes autopistas - dicen que las mejores dentro de un gran conjunto de caminos que se ofrecerán en los próximos meses - se ofrecieron a licitadores privados.

Uno, el BR262, del estado interior de Minas Gerais hasta el estado de Espírito Santo, en la costa, no atrajo ninguna oferta. La licitación parece haber colapsado debido a un error tonto.

La oferta incluía una gran extensión de las obras que serían llevadas a cabo por el departamento de carreteras federal. Los oferentes, naturalmente, no querían correr el riesgo de que este departamento, que no tiene buenos antecedentes, no pudiera hacer sus entregas a tiempo. No sólo se multaría al concesionario privado, sino que también perdería ingresos por cobros.

El gobierno negó que existiera este riesgo, y dijo que proporcionaría garantías, pero ya era demasiado tarde. La confusión llevó a que los oferentes se alejaran de la licitación.


EN TANTO, EL PETRÓLEO
Luego está el caso de la subasta de petróleo. El gobierno exigió la firma de los honorarios que los analistas consideraron "onerosos" para los licitantes exitosos en la subasta del campo de Libra, el primero de muchos descubrimientos prometedores en aguas ultra profundas frente a Brasil que serán puestos en licitación.

La mayor parte de las grandes compañías petroleras del sector privado se mantuvieron al margen, incluyendo Chevron, Exxon, BP y BG. Fue un resultado decepcionante para un ámbito que se supone que es tan atractivo, que el gobierno dijo que 40 grupos estaban interesados.

Los críticos alegan que el gobierno está obsesionado con controlar los retornos del sector privado, hasta el punto de hacer de los proyectos brasileños poco atractivos.

La divertido es que el partido de centro-izquierda de los Trabajadores de Rousseff tiene tal desconfianza instintiva en el sector privado, que quiere inventar un nuevo tipo de sistema económico: el capitalismo sin fines de lucro.

Rousseff insiste en que el gobierno está comprometido en proporcionar una rentabilidad suficiente al sector privado. Ella culpó a los políticos en el estado de Espírito Santo por oponerse a hacer cobros a las tarifas.

En cualquier caso, debido a los retrasos en la actual ronda de subastas de carreteras, la presidenta ahora tiene poco tiempo para avanzar con su programa de infraestructura.

Brasil hará de todo, menos suspender el carnaval para las vacaciones de navidad, entre diciembre y febrero, y después nuevamente para la Copa Mundial de Fútbol en junio. Luego vendrán las elecciones presidenciales en el segundo semestre del próximo año.

Si los proyectos se aplazan hasta 2015, no se completarán hasta 2020, como mínimo. Contando los últimos tres años de un débil progreso económico, Brasil se arriesgará a una década de crecimiento lento. Puede que no sea de dos siglos, pero, en la era de la globalización, una década es mucho tiempo que perder.

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