Hasta octubre de 2009, la política tributaria chilena incentivaba la destrucción de alimentos que no podían ser comercializados, ya fuera por tener una etiqueta torcida, un golpe en el envase o próximos a vencer.  Siete años le costó a Carlos Ingham, socio de Linzor Capital, cambiar esta realidad y crear el primer banco de alimentos en Chile. "Partimos de cero, sin ninguna empresa que aportara alimentos  y hoy tenemos 119 instituciones sin fines de lucro en Red Alimentos y 60 que están en lista de espera", cuenta Calu, como lo conocen sus cercanos.

La fórmula es: una empresa contacta a Red de Alimentos, entidad que revisa los productos que se donan, los llevan a una bodega en San Bernardo para luego comenzar a despachar a distintas fundaciones sin fines de lucro. Actualmente, son alrededor de 350 mil kilos de alimentos por mes (como lácteos, conservas, bebidas, entre muchos otros) los que se entregan a unas 38 mil personas entre lactantes, niños, adolescentes, adultos y ancianos.

Los desafíos para los próximos años no son menores: ampliar Red de Alimentos a productos no perecibles (como artículos de higiene personal), llegar a regiones y seguir concientizando a la población y a las empresas de los beneficios de esta causa, explica Ingham.

¿Cómo ha impactado la Red de Alimentos en las miles de personas que están recibiendo los productos?

El modelo es virtuoso, no es simplemente donar. Nosotros entregamos algo que es fundamental y le permite ahorrar a esas personas e instituciones. Más de la mitad de las instituciones que están en la red tienen menos de 100 beneficiarios. Eso quiere decir que estás llegando lo más abajo posible dentro de la pobreza; nosotros queremos ser relevantes dentro de esas fundaciones. Esto no es una feria donde se reparte indiscriminadamente, hay bastante cabeza y todo está calibrado. Hay fundaciones que reciben hasta $300 millones a valor de mercado de la comida por año. El modelo busca generar un ahorro suficientemente grande para impactar. Queremos ser el 30% ó 40% de la necesidad de alimentos para que se pueda generar un ahorro sustancial. Eso es buscar un sistema que maximice el impacto social. Ese es el modelo. Repartir por repartir es pan para hoy y hambre para mañana.

Entre tantas fundaciones que necesitan ayuda, ¿cómo eligen a quienes involucran en la red?

Hicimos un mapeo de la Región Metropolitana para identificar dónde están las fundaciones sin fines de lucro y luego separamos entre quienes necesitan comida y quiénes no.  Después es como un domino: empezaste con una y luego a otra y otra. Todo esto se apoya y monitorea mediante una red de voluntarios, que incluso enseñan a cocinar para maximizar el valor nutricional de la comida que se está recibiendo.

¿En qué está la posibilidad de ampliar la oferta a productos no perecibles?

¿Cuál ha sido la respuesta del gobierno?

He hablado de este tema con cuatro ministros y directores de Impuestos Internos. Hay todo tipo de razones como tributarias y miedo a la evasión, que esto se mal utilice. Mover la estructura del Estado es muy lento, hay gente que quiere ayudar, pero hay que empujar.

Por ahora están sólo en la Región Metropolitana, ¿cuáles son los planes para salir de Santiago?

Estamos viendo la posibilidad de abrir en Concepción antes de fin de año. En Chile creemos que debiera haber 8 ó 10 bancos de alimentos. Ha sido lenta la apertura. Nos encantaría estar en La Serena, en Antofagasta, estar en todos lados. Los bancos pueden funcionar en la mínima expresión, lo que frena es la ignorancia. En Chile hay un problema fuerte de  inseguridad alimenticia. Por lo menos, 2,6 millones de personas en Chile no saben cuándo va a ser la próxima comida. En EEUU hay 200 bancos y una de cada 8 personas come por esta vía cada día; en Francia hay 80 bancos; en España 50. En Chile aún nos falta.

En este país aún se habla mucho de los productos que están por vencer, pero el empresariado tiene que entender de una vez que hay que donar más y no donar porque me sobra.  El crecimiento es rápido en cantidad de gente y de comida, pero nunca es suficiente.

Socio de Linzor Capital y presidente de Red Alimentos, ¿cómo divide su tiempo?

A la red le dedico todo el tiempo que puedo.  A veces me falta, pero hay que hacerlo igual. Si te tienes que quedar un rato más en la oficina te quedas hasta que salga.

¿Cuáles son sus objetivos?

El límite es operar con la bodega llena, sin bajar la calidad operacional. Hoy el límite es la cantidad de comida que recibimos, además tienes que asegurarte de manejar operacionalmente todo lo más perfecto posible, para así asegurar que los productos lleguen a consumidor final.

Siendo sus mayores proveedores las empresas, ¿las señales de desaceleración podrían afectar el crecimiento de la red?

No creo. Hay empresas que siempre van a tener mermas y hay unas que ya entendieron que hay que donar por aporte social. Falta en Chile una cultura de ayuda social sin preguntas, ayudar porque hay que ayudar. La pregunta que se tienen que hacer los empresarios es qué porcentaje de las utilidades estamos dedicando socialmente. Algunas  empresas me han dicho cuanto donan por año, y algunas son cifras muy menores.

Hay que tener claro que en Chile no hay recesión, hay pleno empleo. Lo que va a pasar es que en vez de crecer al 6% ó 7% vas a crecer al 3% ó 4%. Sí, es verdad que estamos creciendo menos, sí hay una regulación que asfixia cada vez más al empresariado, sí hay proyectos completos parados, todo eso es verdad, pero para las empresas donar cinco mil kilos de comida es nada. Si voy a una reunión y un empresario me dice que porque Chile está creciendo menos nos va a dejar de entregar comida me río por un segundo y después me da vergüenza ajena.

Respecto a Linzor Capital ¿evalúan sacar un nuevo fondo?

Ya hemos invertido la mitad del fondo dos y estamos avanzados en un par de transacciones en todo Latinoamérica. En la medida que vas utilizando el capital empiezas a considerar un nuevo fondo. Nosotros somos tranquilos en hacer las inversiones, no queremos ser un fondo gigante.