Me pregunto qué justifica esperar tres meses desde que un nuevo Presidente y un renovado Congreso son elegidos, para que se produzca el cambio de mando. Este período resulta especialmente inadecuado, cuando el Gobierno saliente pretende a última hora, como hoy es el caso, dejar aprobados 30 proyectos de gran trascendencia cuando quedan sólo 20 sesiones de la legislatura. Cambiar la Constitución, crear dos nuevos ministerios y tres servicios, más otras tantas iniciativas a las que se pondrá urgencia, me parece no sólo inoportuno, sino casi un desprecio por la mayoría que votó por la alternancia.

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El hecho que esto ocurra desde el retorno a la democracia no implica que esté bien o sea adecuado. Gobernar hasta el último día significa también respetar al nuevo Gobierno, sobre todo cuando proviene del sector que fuera oposición. Respetar al nuevo Gobierno que se inaugura en marzo, implica entender y asumir que las propuestas e ideas de la actual administración fueron ampliamente derrotadas. Gobernar hasta el día no implica intentar a última hora legislar en forma apresurada e irresponsable, porque en 20 sesiones es imposible que se puedan aprobar seriamente 30 iniciativas; más aún cuando muchos de los actuales legisladores no fueron reelegidos. Propongo que en lugar de esperar tres meses, el cambio se realice como máximo en 30 días, tiempo suficiente para entregar el poder y que comiencen a operar las nuevas autoridades. Hay ejemplos como el de Francia, donde el cambio es a los siete días de ser elegido el nuevo Presidente. ¿Qué justifica los tres meses?

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Jaime Jankelevich W.