Como bien señala el analista Sammy Drobny, los líderes mundiales se quejan de que hoy Estados Unidos rompió el status-quo al reconocer a Jerusalén como la capital indivisible de Israel.

En realidad Trump sólo está aceptando un hecho político de facto (Israel conquistó hace 50 años la parte este de la ciudad que estaba en poder de los jordanos y la transformó en un lugar donde las tres religiones pueden rezar en paz y tener sus propios templos) y honrando el milenario anhelo del pueblo judío a través de las generaciones.

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Francisco Sánchez