Hoy comienza la XXI edición del festival cultural más grande que tiene nuestro país que es el Festival Teatro a Mil.
Aun recuerdo sus inicios por allá a mediados de los noventa, en ese lejano 1994 cuando la ebullición cultural producto de la vuelta de la democracia se respiraba en el aire y múltiples iniciativas culturales surgían espontáneamente. Para fomentar el teatro, un puñado de entusiastas que se tradujo finalmente en la productora Romero & Campbell, instauró este festival en donde su mayor atractivo era justamente poder ver obras de teatro a sólo mil pesos, con el objetivo de masificar este arte escénico. Si bien fueron sólo 5 montajes, la Estación Mapocho ese año cobijó a 3 grandes compañías: La Troppa, La memoria y El Silencio, generando el éxito y ruido inicial. El concepto se instauró, el nombre quedó y con el tiempo el significado de precio cambió por uno de opciones, que no difiere mucho de la historia reciente de nuestro país y su actual sofisticación y oportunidades.
21 años después, los números han crecido increíblemente: son 390 actividades en 15 días, 67 obras de 19 países con presencia en 7 regiones del país, un costo que supera los US$ 8 millones, más de 600.000 espectadores y con un financiamiento tanto privado - a través de BHP Billiton y el corte de tickets - como del gobierno con el apoyo del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y la Ley de Donaciones Culturales.
Al mismo tiempo este festival nos sigue posicionando en el exterior como un país con una cultura activa (aunque los chilenos digamos lo contrario), en donde las artes tienen su espacio establecido, en un mes estratégico de verano como es enero y en donde se ha podido consolidar una parilla artística de primerísimo nivel y diversidad en el contenido. Básicamente, hay para todos los gustos, precios y estilos. Desde obras callejeras, instalaciones de gran formato, estrenos de obras, reestrenos de otras, consagradas obras internacionales, escenarios como el Teatro Municipal , el GAM o la cuneta.
Más allá de hablar del financiamiento del festival y si es un buen o mal negocio, lo más relevante del Festival de Teatro a Mil es que ha cambiado la cara de la ciudad de Santiago en el mes de Enero. Este festival está en la pauta de todos nuestros vecinos regionales y se transforma en un imperdible para el turismo local. Algo que muy pocas ciudades se pueden jactar.
(*) Director ejecutivo ALTA Comunicación