En las últimas dos décadas, las cifras de crecimiento de China fueron la envidia del mundo desarrollado. No obstante, la desaceleración en la primera mitad del año hizo a algunos preguntarse si acaso el dragón volador de China perdería altitud. Ya no. Una suave recuperación en el tercer trimestre muestra que los miedos de un "aterrizaje forzoso" inminente eran prematuros.
La aceleración china desde una tasa de crecimiento anual de 7,5% a una de 7,8% se sumó al sentimiento de alivio que vino a dominar los mercados al final de una semana tensa. Tras semanas de drama en Washington, los políticos de EEUU pospusieron el techo de deuda hasta febrero. Firmaron una tregua y no el fin de la guerra entre demócratas y republicanos.
No solo los mercados celebran las buenas noticias desde Beijing. Los exportadores a China, incluyendo manufactureros alemanes y productores de commodities en economías emergentes, están obligados a sentirse alegres. Así lo hará también el liderazgo del partido comunista, que está ansioso por que la expansión siga sobre 7,5% para mantener la cohesión social.
En julio, el gobierno en Beijing hizo un mini estímulo, apuntando a recortar impuestos para empresarios y estimular la infraestructura en líneas férreas y metro. El banco central permitió que el crédito fluyera libremente a prestamistas y empresas, cambiando su postura anterior de línea más dura. A juzgar por la recuperación, parece que los planificadores sociales han dado los pasos correctos.
Un poco de magia monetaria y fiscal, sin embargo, no resolverá los problemas económicos a largo plazo de China, que son más que nada estructurales. La economía es sobre dependiente de la inversión estatal, cuya rentabilidad se ha secado.
El estímulo del gobierno benefició primordialmente a la construcción, con la inversión en activos fijos representando más de la mitad del crecimiento en el tercer trimestre. Pero los efectos ya se están disipando.
El monto de la deuda china es manejable, pero no hay una razón para que más inversión no productiva se sume a la carga existente. Un cónclave del Partido Comunista, programado para noviembre, ofrece una oportunidad para que los líderes den a conocer claramente la secuencia de su transición hacia un nuevo modelo económico. El banco banco central debiera tener los poderes para reducir el exceso de crédito. China está en camino de ser una superpotencia económica, pero mientras más se demore en actuar, más difícil será el camino en adelante.
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