Finalmente, Fitch Ratings rebajó la perspectiva de la clasificación de riesgo de Chile a Negativa, anticipando una posible reducción del rating. La razón para tal decisión es el persistente bajo crecimiento y el incremento del peso de la deuda sobre el PIB. Este escenario se veía venir y resulta preocupante para el país, no sólo para el Estado, sino también para el sector privado, puesto que se podrían observar peores condiciones de financiamiento, lo que a su vez redundará en la competitividad del sector. Es lamentable constatar cómo, en este escenario, un conjunto de reformas estructurales mal diseñadas y mal aplicadas, ha comprometido tal nivel de recursos fiscales que todo muestra que se va encaminado hacia más deuda. Sólo podría mantenerse en línea si es que el gasto público crece al mismo ritmo que la economía y la inversión pública cae persistentemente. Ambos factores poco probables. Así, la presión de las clasificadoras continuará y tendremos que acostumbrarnos a una nueva realidad. Una amenaza que nos debería obligar a enfocarnos en el apego al orden de las cuentas fiscales, un activo que había caracterizado a Chile. Sin embargo, las presiones de los partidos siguen. De hecho, el mismo día en que se conoce la decisión de la agencia clasificadora, el senador Carlos Montes renunció a la jefatura de la bancada PS, entre otras cosas, porque no se incluyeron en el Presupuesto las propuestas de su partido en inversión pública y público-privada.