La generación millennial, la que engloba a aquellas personas nacidas entre 1980 y el año 2000, supondrá en el año 2020 la mitad del personal laboral del planeta. Y como han reflejado diversas encuestas y estudios, sus prioridades y formas de encarar el trabajo son diferentes a las de generaciones anteriores. Deloitte, en su informe El trabajo ideal de un millennial, refleja cómo estos priorizan, por ejemplo, el sentido ético y social de las organizaciones sobre la simple consecución de beneficios. Además, se les suele presentar como una generación ambiciosa y convencida de sus capacidades. Una encuesta de la Universidad de Harvard expone que los millennials de Europa y Norteamérica quieren ser jefes no por la retribución, sino por la oportunidad de influir en las decisiones de una organización. Se saben, en definitiva, la generación más preparada.

Profesionales, sobre todo los que ya superan la treintena, que empiezan a llegar a los puestos de mando de las organizaciones. El encuentro con subordinados de mayor edad, con un recorrido en la empresa más largo, puede suponer un proceso complicado si no se encara de una forma frontal.

Para Elena Méndez, profesora del área de recursos humanos de IE Business School, la convivencia entre generaciones ya es una realidad que se debe gestionar: "El gran reto es tener buenas conversaciones. El jefe millennial tiene que entender qué le puede preocupar a sus empleados. Si son mayores, estos pueden pensar que no se les reconoce, o que se les ha colocado un joven que les tapa su trayectoria. A este se le habrá designado para cambiar cosas, por eso es imprescindible conectar, indagar. Para ellos es muy importante sentirse escuchados", afirma.

Un entendimiento y una comunicación que deben ser mutuas. Y es que los empleados de mayor edad también tienen la tarea de ponerse en la piel de su nuevo, y joven, superior. "Deben entender las prioridades y la agenda de su jefe, su lenguaje, su manera de lanzar los mensajes. Labrar una relación, dentro del contexto laboral, y sobre todo, no prejuzgar. Si está en ese puesto es porque tiene una buena formación, y está pegado a la actualidad y a las nuevas tendencias digitales. Que la relación funcione depende más del subordinado que del superior", opina Guido Stein, profesor de dirección de personas del IESE. En esta línea, Elena Méndez cree que la plantilla tiene que "abrir la mente", y, tanto esta como el superior, "reconocerse mutuamente sus méritos y experiencias".

Cómo ejercer la autoridad

Stein recomienda, en el caso de tener un nuevo jefe mucho más joven, "no acudir siempre con problemas. Es un ejercicio de comprensión, porque lo que para ti puede ser un problema, puede no serlo para él". Y además, "no insistirle en cómo funcionaban las cosas antes de su llegada. Es algo que nunca gusta". En la forma de ejercer el cargo por parte del millennial, Stein apuesta por "asegurarse de que la autoridad queda bien asentada. No cometer errores de bulto al principio, porque la lupa en su caso será mayor; no preguntar de más, y no olvidar que es un jefe, y por tanto, tiene una responsabilidad y una autoridad".

Elena Méndez, de IE Business School, se inclina más por una relación de constante colaboración. "Cuando preguntas a un subordinado, y por tanto, le reconoces, no es algo que vaya contra su autoridad. Al contrario: es un signo de fortaleza. No puedes llegar como alguien que lo sabe todo". Además, prosigue Méndez, "la generación joven es más social, gracias a internet y las redes sociales. Esa habilidad se puede aprovechar para impulsar el trabajo en equipo".