Por tercer año consecutivo, la recuperación económica de Estados Unidos parece estar estancándose. El número de puestos de trabajo del mes pasado, que con 69 mil fue apenas suficiente para mantener el ritmo de crecimiento de la población, fue el tercero en una hilera de cifras decepcionantes. Otro puñado de cifras fue revisado a la baja, con el PIB del primer trimestre revisándose desde 2,2% a 1,9%. Una vez más, un comienzo de año promisorio parece diluirse.
Al igual que con los dos años anteriores, los estadounidenses pueden apuntar a una serie de culpables externos. El año pasado fue el desastre nuclear en Fukushima, la crisis del euro y el alza de los precios del petróleo. Este año, la desaceleración en China, India y Brasil se suman a una crisis del euro que parece empeorar. El único respiro es en el precio del petróleo, que ha caído en las últimas semanas principalmente debido a la desaceleración mundial. Entonces, ¿qué se puede hacer para reavivar la recuperación estadounidense?
Por desgracia, no hay remedios mágicos que no hayan sido usados ni probados antes. Pero casi con toda seguridad, las dos herramientas principales -monetaria y fiscal- todavía no se han desplegado con tanta eficacia como podría ser. Y el tercero, que podríamos etiquetar de “psicológico”, se está usando principalmente para efectos negativos. Además de la desaceleración mundial, la recuperación de EEUU se está obstaculizando por el fantasma de otra pelea que se avecina sobre el techo de la deuda soberana a fines de este año. En los tres aspectos todavía hay mucho por hacer.
En primer lugar, Ben Bernanke podría revertir la tendencia alcista de la Reserva Federal y anunciar una tercera ronda de alivio cuantitativo en la próxima reunión del Comité Federal de Mercado Abierto a fin de mes.
Los pesimistas han estado pronosticando una inflación fuera de control desde el inicio de la crisis financiera en 2008. Es evidente que los mercados no están de acuerdo. El rendimiento de los bonos del Tesoro continúan cayendo - la semana pasada el rendimiento de los bonos a 10 años alcanzó un mínimo histórico de 1,45%. Es imposible que la Fed recorte su tasa de descuento por debajo de cero, pero si las cosas se deterioran más, podría duplicar su meta de inflación a 4%.
En segundo lugar, la política fiscal se está convirtiendo en un lastre para el poco crecimiento que está generando EEUU. Con estos bajos rendimientos, al gobierno de EEUU se le está ofreciendo esencialmente dinero gratis para invertir en la capacidad productiva futura de Estados Unidos. De hecho, como Brad DeLong y Lawrence Summers han argumentado recientemente, lo que se invirtió en estas tasas probablemente se pagará por sí mismo en un mayor crecimiento e ingresos. El tamaño y la naturaleza del mercado para la deuda soberana de EEUU significa que no hay riesgo de fuga de los compradores de bonos, a diferencia de las economías más pequeñas. EEUU puede y debe, por lo tanto, elegir una política fiscal más expansiva. Los presupuestos deberían idealmente equilibrarse a lo largo del ciclo. Pero también deben ser anti-cíclicos. Una posible solución sería vincular la duración de otro estímulo al retorno a la tendencia de crecimiento. Esto a su vez daría lugar a un plan de mediano plazo para reducir el déficit de EEUU. En teoría, esto no debería ser difícil.
Esto nos lleva al estado de la política de EEUU. En la práctica, las posibilidades de un estímulo fiscal están cerca de cero antes de noviembre. El pozo está demasiado envenenado en el Capitolio para que una iniciativa tenga éxito. Pero hay motivos para la esperanza de que los dos partidos puedan al menos iniciar conversaciones para evitar una crisis fiscal tras la elección.
La incertidumbre sobre el “precipicio fiscal” de Estados Unidos está teniendo un efecto negativo en las empresas, que siguen reacias a invertir en efectivo. ¿Es demasiado pedirle al Congreso que empiece a trabajar ahora para evitar que el choque de trenes que se avecina?
En primer lugar, Bernanke podría revertir la tendencia alcista de la Fed…
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