Hace una década, durante un viaje a Singapur, me enfermé de un extraño tipo de meningitis. En muchos países, hubiera muerto, pero ocurrieron dos cosas extraordinarias.
Primero, una colega tuvo una premonición y fue a mi hotel, donde me encontró prácticamente en coma. Segundo, me llevó al hospital, donde los médicos identificaron el problema con gran eficiencia, y luego buscaron medicamentos para salvarme. Esencialmente, inyectaron todo tipo de antibióticos porque no tenían ninguna fórmula hecha a la medida para tratar este raro tipo de enfermedad.
Tiempo después, me asombré al ver que la cuenta no era tan grande. "Si esto me hubiera pasado en Estados Unidos, la cuenta hubiera sido varias veces ese tamaño", recalcó una amiga. A lo que respondí que si ese incidente me hubiera pasado en Estados Unidos no hubiera sobrevivido dado que el riesgo legal podría haber desalentado a los médicos de realizar tal mescolanza de antibióticos.
¿Fue buena suerte? Sí, en parte. Pero en las últimas semanas he estado leyendo un fascinante ebook, Affordable Excellence, del científico estadounidense William Haseltine, acerca del sistema de salud de Singapur, para el Brookings Institution. Y esto me convence de que tengo incluso más razones para agradecerle al sistema de salud de Singapur de lo que me daba cuenta en ese momento. Si Haseltine está en lo correcto, el sistema de salud de Singapur no solo es de bajo costo sino también bastante eficaz en términos de salvar vidas, tanto durante emergencias como en casos menos dramáticos. De hecho, el éxito es tan notable que podría ofrecer lecciones al resto del mundo, particularmente a Estados Unidos, que ahora se está embarcando en una radical reforma de salud a través de Obamacare.
Las estadísticas son notables. En el presente, Estados Unidos gasta cerca de 18% de su PIB en salud, más que cualquier otra nación occidental. Pero si bien esto produce fantásticos resultados en algunos nichos (como el tratamiento del cáncer), las métricas para mortalidad infantil, muertes de adultos, expectativa de vida y otros temas de salud son peores que en muchas naciones occidentales. Los costos de salud de Singapur, en contraste, son de apenas 4,6% de su PIB; y mientras el sistema se basa en programas de seguros de salud, las primas per cápita son apenas 2% de las que pagan los estadounidenses. Pero en temas como expectativa de vida, mortalidad infantil, muerte adulta prematura, y sí, cuidados de emergencia, Singapur produce resultados mucho mejores.
¿Por qué? Una razón, sugiere Haseltine, es que Singapur se dio el lujo de crear un sistema de salud desde cero hace unas décadas, por lo cual pudo adoptar un plan racional y holístico que se enfoca en la experiencia de salud del total de la población de una manera conjunta. Estados Unidos, en contraste, está empañado por un sistema de silos derrochador y competitivo. La sociedad singapurense también suscribe la idea de un "capitalismo administrado", que significa que el estado a veces interviene en el sistema para mantener los costos a raya. Pero la principal arma para reducir los costos es la presión del consumidor: los hospitales se ven forzados a publicar los precios de los procedimientos médicos y los resultados de manera que los consumidores pueden compararlos de manera rápida. Los pacientes siempre son forzados a tratamientos con copago, junto con los grupos de aseguradoras, a crear incentivos para reducir la cuenta.
Ahora, sería imposible replicar parte de esto en un sistema amplio y fragmentado como el estadounidense. Después de todo, la mayoría de los estadounidenses odian la idea de una intromisión excesiva del estado o planificación estatal; la "armonía social" no es una meta establecida. Pero hay un aspecto del informe de Haseltine que es altamente relevante en este momento: la transparencia y rendición de cuentas. De manera más notable, si los estadounidenses pudieran comparar el precio de los tratamientos tan fácil como se puede hacer en Singapur, eso reduciría los precios de los tratamientos.
La buena noticia es que EEUU está avanzando en ese sentido dado que hay fuerte apoyo dentro del mundo médico ahora para copagos y transparencia de precios como parte de la ola de reformas de salud de Barack Obama. Pero la mala noticia es que cualquier cambio es lento, precisamente porque el sistema estadounidense es muy fragmentado. En el futuro cercano, en otras palabras, esas estadísticas de Singapur seguirán dejando en vergüenza a EEUU, sin mencionar a los países europeos también.
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