El Presidente electo, Sebastián Piñera, recibió hace una semana las propuestas de los partidos de Chile Vamos para conformar el gabinete de su próximo Gobierno y asignar los demás altos cargos del Ejecutivo. Es previsible que la oferta de nombres supere con creces los cupos. También se ha destacado en este contexto la presencia en las listas de parlamentarios salientes, algunos porque no postularon, apostando a ser ministros, y otros que fueron derrotados en sus pretensiones como congresistas. Estos últimos no plantean un problema en sí mismo, dado que puede haber casos de nombres valiosos para algún ministerio, pero que no necesariamente hayan sido buenos candidatos.

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Lo que sí abre una discusión es el posible nombramiento como ministros de personas que estén ocupando cargos de elección popular, como parlamentarios o alcaldes. En esta ocasión -a diferencia de su Gobierno anterior- se ha instalado una suerte de sentido común o convención de que se requieren figuras más políticas y menos expertos procedentes del management, por lo que acudir a algunas figuras que estén en ejercicio en otros puestos parecería lógico en esa nueva dirección.

No obstante, en principio no parece una buena alternativa utilizar personeros que hayan sido elegidos por votación popular, dado que con ello se afecta la ya dañada imagen de los políticos, así como también su reemplazo puede ocasionar alguna suspicacia de los ciudadanos. Dicho lo anterior, no se debe ser inflexible en esta materia, dado que puede haber ciertos casos que lo ameriten.

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Sería interesante a largo plazo explorar soluciones alternativas, como por ejemplo que un cargo de elección popular no puede abandonar el puesto antes de un tiempo mínimo de ejercicio en él.