200 puntos cayó el Dow Jones en la apertura de Wall Street, todo por el temor a una guerra comercial propiciada por el proteccionismo de Donald Trump. Sin embargo, a mediodía los mercados se recuperaron ante la voz de cordura que emergió desde el Congreso de EEUU.
"Estamos extremadamente preocupados por las consecuencias de una guerra comercial y estamos instando a la Casa Blanca a no avanzar con este plan", señaló Ashlee Strong, vocera de Paul Ryan, el republicano número uno de la Cámara de Representantes. "La nueva ley de reforma fiscal ha impulsado la economía y ciertamente no queremos poner en peligro esas ganancias", agregó.
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Bastaron estas palabras para que el Dow Jones recuperara parte del terreno perdido desde que Trump anunció los aranceles, logrando cerrar con avances de 1,4%, ruta que siguieron el S&P 500 (+1,1%) y el Nasdaq (+1%).
Aunque "el Presidente está promulgando los aranceles utilizando la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962 y puede hacerlo sin la aprobación o consideración del Congreso", según explica a PULSO Bart Oosterveld, economista del centro de estudios Atlantic Council, los agentes del mercado decidieron ignorar la rápida respuesta de Trump, quien tras reunirse con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, sostuvo: "no, no estamos retrocediendo".
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El mandatario estadounidense está convencido de su enfoque y en la mañana comentó, vía Twitter, que el país tiene "déficits comerciales con México y Canadá. El Nafta, en renegociación en este momento, ha sido un mal negocio para EEUU". En ese marco, agregó que "las tarifas de acero y aluminio sólo se retirarán si se firma un Nafta nuevo y justo".
No obstante, las críticas llueven sobre la Casa Blanca. Tori Whiting, investigadora asociada de The Heritage Foundation, precisa que "las industrias que utilizan acero emplean a 17 millones de estadounidenses en sectores que van desde la fabricación de automóviles hasta la construcción. Un aumento en el precio del acero y el aluminio importados pondría en riesgo estos empleos. Esto ya sucedió en el pasado reciente. Las tarifas de acero impuestas en 2002 les costaron a 200.000 trabajadores estadounidenses su trabajo".
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Por su parte, Oosterveld indica que "los aranceles conducirán a precios más altos (y una menor demanda) para una gama de productos tales como automóviles y es probable que causen más daño económico que el bien". En el exterior, los más perjudicados serían algunos aliados económicos y políticos claves de EEUU, como Canadá, la UE y México, los cuales están contemplado contramedidas, por lo que en el largo plazo el analista de Atlantic Council estima que "el riesgo radica en un crecimiento mundial más moderado, disminución del empleo y deterioro en las relaciones de seguridad nacional".
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