"Pocos años atrás los políticos nos decían que no nos preocupáramos, que jamas nos quedaríamos sin agua. Al tiempo llegaron las restricciones de 85 litros al día por persona (lo normal era sobre 200) y hace dos semanas se redujo a 50 litros", relata a PULSO Raymond Joseph, periodista de la Ciudad del Cabo. Es en esta localidad sudafricana donde la población se mantiene pendiente de una peculiar cuenta regresiva hacia el "día cero", que marca el momento en que se quedarán sin agua y que, actualmente, está agendado para el 6 de junio.

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Se trata de la primera gran urbe del mundo en encarar una crisis de esta naturaleza, y que es tan sólo uno de los problemas que deberá enfrentar Cyril Ramaphosa, quien ayer fue nombrado por el parlamento como presidente de Sudáfrica.

La carga es pesada, una emergencia ambiental sin precedentes y una debilidad económica considerable, son los desafíos que acompañan a la misión de acabar con la corrupción. La misma que penetró hasta la cúpula de la administración de Jacob Zuma, que presentó su renuncia el miércoles.

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"La corrupción está generalizada a través de varias estructuras estatales y, aunque los tribunales son lo suficientemente independientes como para enjuiciar los casos de corrupción, los órganos pertinentes de investigación y de acusación han visto socavada su independencia", describe la consultora Control Risks en el reporte enviado ayer a sus clientes.

Sin agua

En medio del caos político, poco tiempo ha tenido el gobierno de preocuparse de lo que pasa en Ciudad del Cabo, donde el Estado también tiene parte de responsabilidad de los efectos que ha generado la peor sequía en 100 años.

Pese a que las autoridades locales pedían que se declara desde 2015 zona de emergencia, lo que libera fondos para hacer frente a la situación, sólo lo hicieron en mayo del año pasado. Ahora la infraestructura que ayudaría a mitigar la falta de agua, buscando fuentes alternativas, está retrasada y todo el peso recae en sus habitantes.

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"Me ducho por 60 segundos, contados por el celular para no pasarme. Lo hago en un balde, para ocupar esa agua para drenar la tasa del baño. Cuando lavo también guardo el agua con el mismo propósito y, por supuesto, ya no lavo tanto como antes", detalla Joseph, quien asegura que los hábitos cambiaron para siempre.

Economía al debe

Por otra parte, la otrora más pujante economía del continente africano ha mostrado una debilidad persistente. En los últimos seis años registró un crecimiento promedio anual de 1,4%, muy por debajo del promedio de 3,7% del África Subsahariana.

Para los próximos años, las perspectivas hacen dudar de que Sudáfrica recupere el título de mejor alumno de su clase. Basado en la crisis política, el Fondo Monetario Internacional decidió rebajar recién en enero sus proyecciones para el país desde 1,1% para 2018 y 1,6% para 2019, hasta 0,9% para ambos ejercicios.

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Aunque el panorama se ve difícil, los últimos acontecimientos pueden ser beneficiosos para Sudáfrica. "Ramaphosa puede proporcionar un grado de claridad de política que faltaba en la administración de Zuma, que se distrajo con acusaciones de corrupción", indicaron en Control Risks.