¿Podría una hectárea de bosque mediterráneo chileno ser más eficiente en la captura de carbono que una del Amazonas? Sólo por cantidad de árboles, probablemente no. Pero hay otros criterios que también son relevantes al considerar que un proyecto forestal tiene tanto valor como otro a la hora de prestar servicios para detener el cambio climático y propender al desarrollo sustentable.
Para eso es que Conaf está trabajando en la estrategia nacional de bosque y cambio climático, con foco en generar tanta información sea posible para dar mayor valor a los bosques chilenos y hacerlos atractivos dentro del mercado voluntario de bonos de carbono.
"La tendencia mundial es que se están creando mercados por servicios ambientales, que son intangibles. Uno de los más importantes es el mercado de carbono, por las capturas de carbono que hacen los bosques, o por evitar que se sigan degradando, porque cuando se degradan, devuelven esos gases a la atmósfera. La idea es que cuando estos servicios están bien cuantificados, se puede buscar compradores que estén dispuestos a pagar por esa cantidad de CO2 que va a estar contenida en esos árboles. Entonces el objetivo es dar un valor adicional, cuantificado, para que esos recursos se adicionen a la venta tradicional de productos madereros", explica Ángelo Sartori, coordinador nacional de bosques y cambio climático de Conaf.
Si bien Conaf y la Universidad Austral ya han hecho mediciones en especies que se dan principalmente en el sur del país, como en araucarias y roble, ahora se prepara para presentar una medición hecha por la U. Mayor en los bosques esclerófilos mediterráneos chilenos.
"Vamos a tener las primeras funciones o ecuaciones que permiten cuantificar las existencias de carbono en especies del bosque mediterráneo, hasta ahora, dentro de los distintos bosques que hay en el país, es uno de los que ha tenido menos investigación aplicada en sí. Entonces, se está dando un impulso y una valoración un tipo de bosque que es de los que tiene más presión de cambio de tipo de uso por otro tipo de cultivo y por no ser tan productivo desde el punto de vista maderero clásico", sigue Sartori.
"Vamos a poder decir cuánto carbono captura un bosque y vender ese servicio. Pero para llegar a eso, hay que tener datos y métodos bien validados", explica el ingeniero forestal y líder de la investigación de la U. Mayor, Pablo Honeyman. "Esto no es sólo para vender bonos de carbono, sino para demostrar sustentabilidad en la ejecución de un negocio. Creo que va a funcionar más por ese lado que por la venta de certificados", agrega.
¿A qué se refiere Honeyman? A que con esta información, que es muy cara de generar y que Conaf está produciendo para estimular el manejo sustentable de bosques, los dueños de estos predios pueden explotarlos considerando y potenciando los servicios que sus bosques ofrecen, como la captura de CO2, pero además, generando otros servicios no carbono. Por ejemplo, generando mejor calidad de vida para las comunidades que los trabajan.
"Estamos planteando que la captura de nuestros bosques no es muy alta, por lo tanto, hay que darle valor a los bonos con otras variables. La biodiversidad o la variable social, por ejemplo. Es decir, los beneficios que generas al recuperar un bosque, no sólo se refieren a la captura de carbono. Cuando reforestas y gestionas un bosque con esta perspectiva, no sólo haces un aporte al ambiente, también a las personas, porque mejoras sus condiciones de vida, y a la biodiversidad", dice Honeyman.
Para monitorear y mapear el bosque mediterráneo se ha usado un sensor hiperespectral de propiedad de la Universidad Mayor. La investigación también contempla la identificación y caracterización de las actividades productivas que actualmente se están ejecutando en los bosques mediterráneos con potencial de sumideros de carbono (incluido mapa de distribución territorial).
Los resultados de la investigación estarán listos en abril y serán publicados en un libro y en una publicación científica. Y quedarán de libre disposición.
"Estamos canalizando fondos internacionales para contactar a las universidades y hacer estos estudios. Después, esto va a quedar a disposición de los propietarios, quienes igual van a tener que hacer un desembolso para gestionar sus bosques, pero mucho más barato que si hubieran tenido que hacer ellos las investigaciones", termina Ángelo.