Cuando los líderes mundiales se reúnan en Irlanda del Norte la próxima semana para la cumbre del G8, se propondrán terminar con los paraísos fiscales y ponerle un alto al flujo ilícito de fondos de algunos de los países más pobres del mundo.
La agenda, enfocada en las tres T de transparencia, tributos y transacciones (comercio), es desafiante tanto política como técnicamente. El progreso en estos últimos dos dependerá de cambios costosos, no solamente en los pequeños países que son considerados paraísos fiscales, sino en los mismos países del G8 . Una cuarta T serán las tensiones, que se perciben aparentemente por las iniciativas para promover la transparencia en torno a la propiedad de empresas.
Han surgido desacuerdos en torno a la mejor forma para prevenir y detectar la utilización ilícita de empresas. Canadá, por ejemplo, se enfocó en darle a las autoridades información sobre empresas, mientras que UK ha buscado tener registros centralizados. Los defensores serán rápidos en condenar cualquier resultado que pueda afianzar el secreto como un golpe a la reputación personal de David Cameron.
En abril, la OCDE, basada en París, concluyó que, aunque las cifras son fuertemente disputadas, "los flujos ilícitos sobrepasarán probablemente la ayuda externa al desarrollo y las inversiones hacia el interior". VH