La palabra "arrastre" generó ruido en algunos ciudadanos, que miraron con sospecha al nuevo sistema electoral, donde los partidos políticos aseguraron escaños con candidatos que el domingo lograron votaciones incluso inferiores a 2%, todo gracias a un compañero de lista fuerte. Sin embargo, este no es más que el premio a quienes llegaron a los comicios respaldados por una gran coalición, en un sistema que buscaba aumentar la representatividad en el parlamento y que - según los expertos - lo consiguió.

[ze_adv position="adv_300x100" ]

"Hay un avance en términos de un Congreso más variopinto, por lo tanto uno asume que hay una mayor representación", asegura Mauricio Morales, director del Centro de Análisis Político de la Universidad de Talca. Su evaluación se basa en la mayor competitividad que demostró el sistema, considerando que los incumbentes electos en la Cámara de Diputados bajaron de 86% a 75%.

Marcela Ríos, coordinadora del Programa de Gobernabilidad del PNUD, también hace un balance positivo: "Si queríamos más proporcionalidad, este sistema es mejor y eso se reflejó el domingo muy claramente".

[ze_adv position="adv_300x250-A" ]

Desde su punto de vista el binominal "tenía un poco congelado el panorama político", lo que viene a modificar el modelo recién implementado. Explica que "una de las cosas positivas que tienen los sistemas más proporcionales es que reflejan mejor las preferencias de los electores. Si un partido consiguió un 10% o un 15% puede tener un escaño, antes sólo lo lograba el que tenía un 33% e incluso con un 20% a nivel nacional un partido podía quedar sin parlamentarios".

Ríos descarta que el sistema obedezca a fórmulas partidistas para asegurar escaños, como algunos sospecharon. "Es importante notar que este no es un invento de los partidos. Yo estuve en la Comisión Boeninger (2006) y este es el mismo sistema que se propuso ahí, además es el mismo que se usó en Chile entre 1925 y 1973 y el que se usa para elegir concejales y cores", detalla.

[ze_adv position="adv_300x250-B" ]

Mejor ir acompañado

Pero no todos los sectores políticos del país comprendieron el espíritu del nuevo modelo. En un sistema que favorece las alianzas la Democracia Cristiana fue sola y pagó un alto precio.

Con aproximadamente el 10,28% de los votos va a tener una representación en la Cámara cercana al 8%. De esta manera, se queda con 13 asientos a partir de marzo de 2018, siete menos que los actuales.

Chile Vamos, por el contrario, sí comprendió la dinámica. La coalición de cuatro partidos obtuvo el 38,6% de los votos, consiguiendo el 46% de los escaños. ¿Cómo lo logró? Con el arrastre.

En cada distrito la primera suma que se hace es por lista, donde se cuenta lo obtenido por todos los candidatos de un mismo pacto. Es a partir de ese cálculo que se reparten el total de escaños y dónde un grupo de postulantes de una coalición queda mejor parado, con opciones de arrastre, frente a candidatos solitarios.

[ze_adv position="adv_300x250-C-net" ]

Ejemplo de esa ventaja es el asiento conseguido en la Cámara por Karin Luck de RN. Aunque obtuvo el 1,8% de los votos, sale triunfante gracias al 62,97% que totalizó su coalición en el distrito de Las Condes y Peñalolén.

Pero hay un segundo conteo donde los partidos se la juegan solos. Definidos los asientos con los que se queda una alianza, se ve internamente qué colectividad tiene más votos, abriéndose una segunda oportunidad de arrastre. Acá el caso de Giorgio Jackson es el emblema, pues con su primera mayoría nacional, 103.484 votos equivalentes al 23,7% en su distrito, logró que lleguen al parlamento Gonzalo Winter (1,2%) y Natalia Castillo (1,02%), dejando sin opciones al también miembro del Frente Amplio, Alberto Mayol (5,79%).

"El sistema electoral deja como moraleja que para ganar hay que competir en pactos, de lo contrario empiezan las travesías por el desierto", sostiene Morales.