El último Informe de Estabilidad Financiera (IEF) publicado por el Banco Central da cuenta, entre otros, de la evolución de los indicadores financieros de los hogares.
Destaca que su endeudamiento agregado (que incluye deuda hipotecaria y de consumo) alcanzó un valor de 45,47% del PIB al segundo trimestre de 2017, con lo que se tiene que el endeudamiento de las personas ha subido de manera rápida en el último tiempo.
Específicamente, la tasa de crecimiento anual de la deuda de hogares como porcentaje del PIB ha aumentado más fuertemente en los últimos años, promediando un incremento de 4,9% desde 2014. Para hacerse una idea, esta tasa promedió 1,3% en el período 2010-2013. Y, aunque la carga financiera de los hogares se ha mantenido en torno al 20% del ingreso familiar, se observa menos holgura, aumentando el uso de líneas de crédito y la morosidad en algunos créditos, entre otras cosas.
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Este escenario se relaciona con la precarización del empleo resultado del "frenazo" económico que ha significado bajas sucesivas en la tasa de inversión y una tasa de crecimiento del PIB que promediará sólo 1,8% en estos últimos cuatro años.
En este tiempo el mercado laboral se ha visto muy resentido: aunque la tasa de desempleo no ha aumentado de manera dramática, se ha observado una destrucción del empleo asalariado privado, dando espacio al aumento del empleo por cuenta propia, es decir, sin cotizaciones previsionales y sin contrato.
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Así, vemos cómo afecta al "ciudadano común" una tasa de crecimiento del PIB mediocre: los hogares han tenido que acudir a mayor endeudamiento para poder solventar sus gastos.
Por tanto, la tarea es en primer lugar retomar el crecimiento, la inversión y así volver a generar más empleos y de mejor calidad. Desde aquí debiera comenzar a generarse mayores holguras financieras para los hogares. Porque el crecimiento económico nos importa a todos y es la base para generar buenos empleos, la que después de todo es la mejor "política social".
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*La autora es economista senior Libertad y Desarrollo.
