La recuperación económica británica se moderó en el cuarto trimestre con un crecimiento registrado de 0,7%, aunque las cifras confirmaron que el crecimiento anual de 2013 fue el mayor desde 2007.

Liderada por el sector de servicios, que contribuyó ampliamente a las cifras finales, la estimación preliminar de la Oficina Nacional de Estadísticas del PIB trimestral bajó desde el 0,8% de expansión registrado en el tercer trimestre.

Aunque fue menor que los dos trimestres anteriores, la cifra aún sugiere que el alza que comenzó hace un año no se está extinguiendo. La ambición para 2014 será ver que la inversión y las exportaciones sean los principales motores del crecimiento, desplazando al consumo doméstico.

George Osborne, ministro de Finanzas, dijo: "es más evidencia de que nuestro plan económico a largo plazo funciona. Pero el trabajo no está terminado, y está claro que el mayor riesgo para la recuperación sería abandonar el plan que está trayendo más trabajos y un mejor futuro económico".

Ed Balls, canciller laborista en las sombras, celebró las cifras, pero dijo: "con una inversión aun débil,  una baja producción de la construcción, y una demanda inmobiliaria que supera a la oferta, esto aún no es una recuperación duradera".

También renovó su ataque sobre el costo de vida, diciendo que las familias seguían teniendo menos dinero que en 2010 si se toman en cuenta los impuestos y los beneficios cambiarios.

Las cifras muestran que la recuperación británica, la cual fue lenta en un comienzo, se ha acelerado, y la producción del cuarto trimestre subió 2,8% interanual, más rápido que la mayoría de las estimaciones de la tasa anual de crecimiento normal.

Alan Clarke, de Scotiabank, dijo que las cifras eran "un buen resultado, pero no uno increíble… los indicadores basados en encuestas indican que debimos haber tenido una expansión trimestral mayor a 1%, y las cifras laborales están volando".

La moderación de la tasa de crecimiento al mismo tiempo que el empleo parecía estar creciendo a su mejor ritmo en 40 años, sugiere que no ha habido ni una mejoría en el persistente problema británico de productividad.

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