China y EEUU iniciaron hoy una ronda de conversaciones de dos días en Pekín con las que quieren acercar posturas a fin de evitar una guerra comercial entre ambas potencias, sin que haya trascendido ningún detalle de la primera jornada de reuniones.
La delegación estadounidense, liderada por el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, aterrizó esta mañana en la capital china para reunirse con autoridades del Gobierno del país, encabezadas a su vez por el viceprimer ministro, Liu He.
Se trata de las conversaciones de más alto nivel desde que estalló el conflicto comercial entre China y EEUU en marzo, cuando el presidente Donald Trump anunció aranceles a la importación de acero y aluminio de China por valor de US$50.000 millones, dando lugar a una cadena de medidas proteccionistas entre ambos.
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China celebró hoy estas conversaciones, que deben basarse en "la igualdad y el respeto mutuo, y cuyo resultado debe ser de beneficio común", resaltó una portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Hua Chunying, en rueda de prensa esta tarde.
Mnuchin ha viajado a Pekín acompañado del secretario de Comercio, Wilbur Ross, el representante de Comercio Exterior, Robert Lighthizer, el asesor de la Casa Blanca para comercio e industria, Peter Navarro, y el principal asesor económico presidencial, Larry Kudlow.
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Este equipo se ha reunido con el embajador estadounidense en Pekín, Terry Branstad, y después ha mantenido encuentros con autoridades chinas, lideradas por Liu He, viceprimer ministro chino y uno de los asesores personales del presidente, Xi Jinping, en materia de economía, encargado de la planificación financiera del país.
Tras las entrevistas, las dos partes tienen previsto compartir una cena en el complejo residencial diplomático de Diaoyutai, donde mañana reanudarán el último día de conversaciones hasta que por la tarde los estadounidenses tomen el avión de vuelta.
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"¡Nuestro gran equipo financiero está en China intentando negociar unas reglas de juego igualitarias en comercio! Espero verme con el presidente Xi en un futuro no muy lejano. ¡Siempre tendremos una buena (genial) relación!", publicaba el propio presidente estadounidense, Donald Trump, esta mañana en su cuenta personal de Twitter.
Al término de la primera jornada de reuniones no ha trascendido ningún detalle sobre la negociación, de la que los expertos no esperan grandes logros o acuerdos.
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"No es realista resolver todos los asuntos en una sola negociación", advertía Hua el miércoles.
El objetivo principal que persigue EEUU con este viaje es la discusión con el Gobierno chino de sus principales "quejas" en materia comercial, donde demandan "igualdad de condiciones".
Entre ellas figuran la reivindicación de un acceso recíproco al mercado, ya que EEUU denuncia las restricciones de China a la entrada de capital extranjero, dado que en la mayoría de sectores obliga a las foráneas a formar una sociedad conjunta (joint venture) con una empresa china e impone una cuota máxima de propiedad.
Este sistema fomenta el "robo" de la propiedad intelectual, denuncia EEUU, y la transferencia tecnológica de las compañías occidentales a las chinas, una preocupación común a muchas firmas extranjeras.
China ya ha reaccionado a esta petición anunciando una mayor protección de los derechos de propiedad intelectual, tanto para las firmas domésticas como las de fuera, así como nuevas medidas para castigar las violaciones en este terreno.
También ha avanzado medidas en sectores en los que las compañías domésticas tienen una posición reforzada, como el financiero, en el que ha prometido más apertura, o el automovilístico, para el que ha anunciado una reducción de aranceles a la importación de vehículos del exterior.
Asimismo, la delegación estadounidense quiere abordar con China el elevado déficit comercial que acusan en su balanza de pagos con el país asiático (que en 2017 alcanzó el récord de US$375.000 millones, y que el presidente Trump se ha propuesto reducir en un 20%, unos US$100.000 millones de al año.
Otras preocupaciones serían la acusación a China de manipular su divisa o sus esfuerzos por liderar la carrera tecnológica, enmarcados en su proyecto "Made in China 2025".
La batalla comercial entre las dos principales potencias económicas del mundo comenzó en abril, con la decisión de Trump de imponer aranceles por US$50.000 millones al acero y el aluminio, a lo que China respondió con la imposición de aranceles por 3.000 millones a un total de 128 productos estadounidenses.
Poco después, Trump volvió a la carga con tarifas a 1.300 productos chinos, principalmente tecnológicos, y entonces China respondió con aranceles a 250 productos estadounidenses (como soja, maíz, carne de vacuno o zumo) por US$50.000 millones.
El último movimiento lo protagonizó Trump, quien ha afirmado que está estudiando imponer aranceles adicionales por otros US$100.000 millones a productos chinos relacionados con la propiedad intelectual, la innovación y la transferencia tecnológica.