Ante la furia europea sobre el espionaje de EEUU, Washington está dividida sobre si la ira de sus aliados es auténtica, o si es parte de un intento calculado de utilizar las revelaciones para modificar los términos de inteligencia.

La administración Obama está luchando por contener las consecuencias diplomáticas de las últimas filtraciones de documentos tomados por Edward Snowden, un ex contratista de inteligencia de EEUU, cuando huyó del país a finales de mayo.

El más vergonzoso de estas filtraciones son los reportes de que la Agencia de Seguridad Nacional, el cuerpo de espionaje, había intervenido el teléfono móvil de Angela Merkel, lo que llevó a la canciller alemana a exigir que los dos países renegociaran su relación de inteligencia. La administración ha ido más allá del protocolo habitual de inteligencia para calmar a los alemanes, diciendo que la NSA no está interviniendo el teléfono de Merkel, ni lo hará en el futuro - dejando en suspenso la sugerencia de que lo haya hecho en el pasado.

"Nosotros no queremos entrar en el negocio de inventariar todo lo que hemos hecho en el lado de la inteligencia en el pasado", dijo Ben Rhodes, asesor adjunto de seguridad nacional, a MSNBC ayer.

Entrevistas con un ex oficial jefe de inteligencia de EEUU y agente de seguridad, que pidió no ser identificado, muestran una marcada división sobre el uso de tácticas de vigilancia ejemplificadas por la victimización de la canciller alemana.

"Por supuesto que los servicios de inteligencia querrían intervenir el teléfono de la persona en el puesto más alto. Si quiere entender lo que un país realmente piensa acerca de un problema, es la forma más eficaz", dijo un ex funcionario de seguridad.

Sin embargo, un ex analista de la CIA dijo que el crecimiento de la NSA y su alcance habían superado la supervisión de la misma y el sentido común sobre los objetivos que debiera perseguir.

"Sólo porque puedes hacerlo no significa que debas", dijo, y agregó que los riesgos de ser descubierto escuchando el teléfono de Merkel superan cualquier beneficio obtenido de hacerlo.

Detrás del debate sobre Merkel se encuentran largas y profundas tensiones sobre el intercambio de inteligencia. EEUU ha tenido por décadas, con pocas interrupciones, una inteligencia compartida con cuatro países - Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda - bajo el llamado acuerdo "cinco ojos", que también incluye la condición de que no van a espiarse entre ellos.

"Alemania y Francia han resentido hace mucho esta relación especial de inteligencia", dijo Tim Naftali, de New America Foundation. "Pero la pregunta es si [Francia y Alemania] serían capaces de aceptar la coordinación de su política exterior que viene con el acuerdo".

Cuando las agencias de inteligencia discuten sus metas, dice Naftali, están regalando lo que saben. "¿Está EEUU dispuesto a hacer eso en todos los ámbitos con Francia y Alemania?"

Aparte de las implicancias de política exterior, algunos en Washington son más cínicos sobre el escándalo. Ellos ven las quejas europeas como hipócritas y diseñadas para dar a países como Alemania y Francia la ventaja en las negociaciones más amplias sobre el intercambio de datos y similares.

Stewart Baker, un ex funcionario senior del Departamento de Seguridad Nacional, donde participó en las negociaciones con la UE sobre la privacidad de datos, sugiere que la indignación europea "puede ser una táctica de personas que están perdiendo la batalla de inteligencia con EEUU".

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