Luego de haber pasado cuatro años de agotadora diplomacia, Hillary Clinton, de 65 años, ha empezado a escribir sus memorias, a crear un nuevo sitio web, y está explorando posibilidades de filantropía mundial. La semana pasada publicó un video de seis minutos respaldando el matrimonio homosexual.

Los votantes estadounidenses podrían estar recuperándose de la última elección presidencial. Pero 2016 ya se está inmiscuyendo en la rutina de Washington. En el lado republicano, Marco Rubio y Rand Paul, senadores por Florida y Kentucky, se han batido a duelo durante las últimas semanas por el favoritismo del partido, están rastreando los pasos antes de la derrota de Mitt Romney el 6 de noviembre. Y Clinton diligentemente está haciendo su propio trabajo preparatorio. Cualquiera que dude de ello debiera prestar más atención a lo que está diciendo. Nadie en política puede coincidir con su repertorio de ingenioso de menosprecio.

William Tecumseh Sherman, el general de la guerra civil, fijó el estándar para la negación presidencial ("No aceptaré si soy nominado y no ejerceré si soy elegido". En su entrevista conjunta de "salida" de 60 minutos con Barack Obama, Hillary Clinton apareció sorprendida cuando se le consultó acerca de sus planes para 2016. "Oh, no lo creo, ya sea el presidente o yo podemos hacer predicciones acerca de lo que va a ocurrir mañana o el próximo año", afirmó riendo. Barack Obama simplemente dijo: "Ustedes muchachos de la prensa son incorregibles". Él estaba en lo correcto con eso; fue la única pregunta difícil que les hicieron.

En la mayoría de las democracias, la gente defiende las elecciones. En Estados Unidos siguen funcionando. Hay tres razones de por qué la próxima maratón está calentando motores incluso antes de lo habitual. Primero, los republicanos nunca han dudado de que Hillary Clinton participará: no pueden aceptar la ficción de tomarse literalmente las negaciones de la ex primera Dama. Sin cuestionarse si Clinton obtendría la nominación de su partido, Newt Gingrich, el ex contendor republicano, dijo en diciembre que para el contendor de su partido en 2016 sería muy difícil desafiarla.

Los potenciales rivales debieran verse intimidados por los desafiantes números de Clinton. Por la duración de la presidencia de Obama, cómodamente sostuvo su liderazgo como la líder más popular de Estados Unidos. Clinto dejó su cargo a fines de enero con 69% de aprobación popular. En diciembre, una encuesta de Washington Post dijo que 57% de los estadounidenses querían que ella fuera la próxima presidenta. Con la excepción de un puñado de ex generales, como Dwight Eisenhower o Colin Powell, figuras retiradas no sostienen cifras como esta. "No son muchos los que dudan que ella va a ser candidata", planteó un amigo de Hillary Clinton y recaudador de fondos. "Administrar el suspenso es parte del juego", agregó. Pero es poco probable un anuncio oficial antes de 2015.

Segundo, la opinión pública estadounidense se ha rendido a Washington. En comparación con los pontificadores fiscales del Capitolio, las maniobras anticipadas de la Casa Blanca dan entretención a la gente. Los niveles de aprobación del Capitolio apenas están en los dos dígitos. Ya sea por el actual proceso de recortes automáticos de gastos, otra pelea que se avecina por el techo de la deuda, o el fracaso rutinario en aprobar un presupuesto, los legisladores están estancados en un carrusel fiscal. Con la excepción de la reforma de inmigración, que quienes están en Washington le dan una probabilidad de 50% y 50% de tener éxito, pocos esperan que el 113° Congreso sea más productivo que el anterior. Si los políticos son tratados como un bufón por muchos estadounidenses, el Congreso es el chiste que nunca alcanzará un remate.

Finalmente, Obama mismo está apoyando de manera tácita las ambiciones de Clinton. Desde su única entrevista de "salida" -ningún presidente jamás ha hecho esto para un funcionario que deja su cargo- a la cena que los Obama realizaron para los Clinton el 1 de marzo, la relación más fascinante de la política estadounidense está entrando a su próximo capítulo. Nadie sabe si Clinton impuso condiciones a Obama cuando aceptó ser su secretaria de Estado en noviembre de 2008. Pero como los más hábiles calculadores en la política estadounidense, ninguno de los dos habría malinterpretado al otro. Los amigos caracterizan sus reuniones semanales en el Salón Oval como correctos pero sin calidez. Ellos también describen que Clinton varias veces tuvo que apretar los dientes durante su período en Foggy Bottom (el barrio de Washington que alberga a las oficinas del FMI, Banco Mundial, embajadas, etc.). La Casa Blanca habitualmente enterraba o ignoraba iniciativas del Departamento de Estado en los últimos cuatro años. "Ella es una profesional total; nunca escuché una palabra de queja", planteó un funcionario senior que también renunció en enero.

Tampoco aparecerán quejas en sus memorias (que probablemente publicará en 2014). La gente en el universo de Clinton cree que Obama está endeudado con ella por su duro trabajo y lealtad. Pero los presidentes nunca reconocen las deudas. Sólo miran sus intereses. Como la mayoría de los presidentes en su segundo período, el destino del legado de Obama se avecinará a medida que avanza el reloj. Ayudar a asegurar un sucesor para un "tercer período" será esencial. Michelle Obama ha sido mucho más cálida que su predecesora. Una operadora política en sí: ¿dónde más encontraría la Primera Dama un modelo como ese?

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© The Financial Times Ltd, 2011.

Debes saber

¿Qué ha pasado?
Luego de abandonar su cargo tras cuatro años como Secretaria de Estado, Hillary Clinton ha empezado a escribir sus memorias y está explorando en la filantropía. Así, la campaña para las elecciones presidenciales de 2016 parece dar sus primeros pasos.

¿Qué implicancias tiene?
Mientras las figuras más prominentes del partido republicano, Marco Rubio y Rand Paul, se baten a duelo por el favoritismo del partido, Clinton hace su propio trabajo preparatorio. La próxima maratón está calentando motores incluso antes de lo habitual.