Durante seis años, Steve Cohen ha mantenido su inocencia y la de su firma, SAC Capital, el fondo de cobertura de US$15 mil millones, contra las sospechas de uso de información privilegiada.
Luego de varias vacilaciones por parte de las autoridades, las alegaciones podrían ponerse a prueba en tribunales. Cohen supo la semana pasada que la Comisión de Valores y Bolsa (SEC, su sigla en inglés) busca interponer una demanda civil en su contra por no lograr supervisar de manera adecuada a aquellos que trabajaban para SAC. Ahora se conoció que el Departamento de Justicia está preparando un procedimiento criminal contra el fondo de cobertura. Según un reporte de Financial Times esto podría anunciarse dentro de días.
Es discutible si las soluciones debieran haberse buscado compensaciones contra Cohen, o si la demanda civil contra SAC habría sido lo más apropiado, dados que los procedimientos criminales pueden ser profecías autocumplicas en destruir a las firmas financieras. Aún así, el acontecimiento probable será fuertemente bienvenido.
El hedge fund de Cohen podría o no ser culpable de uso de información privilegiada y él de mala administración. Pero lo importante es que las respuestas a estas preguntas debieran alcanzarse en un tribunal abierto. Dada la formidable reputación de Cohen, los alegatos representan el caso de abuso de mercado más importante desde el caso contra Michael Milke, el rey de los bonos basura, en 1990.
SAC sigue siendo uno de los fondos de cobetura más grande y poderoso de Wall Street. Ha sido capaz de cobrar astronómicas tarifas gracias a su capacidad de generar "alfa" -retornos no relacionados a los movimientos generales de los mercados. Si estos retornos han sido generados o no mediante engaño es ciertamente una pregunta que va al corazón de la credibilidad de los mercados públicos.
Resolver este caso a puertas cerradas no sería aconsejable. No representaría un cierre para Cohen, cuya reputación se ha visto ensombrecida por los alegatos, ni permitiría que la justicia sea vista y evitaría que cualquier lección sea observada y aprendida públicamente.
Es tiempo de que las autoridades abandonen su enfoque por default de no buscar sanciones criminales por temor a las consecuencias sistemáticas. Esta predilección ha ayudado a un insolente aire de impunidad entre los mayores operadores de Wall Street. El caso de SAC ofrece una opción para trazar una línea divisoria. Debiera aprovecharse.