Hace un par de semanas el mundo se sorprendió con un video en RRSS que juntaba en una reunión a los principales actores de la música actual como Daft Punk, Jay Z, Beyoncé, Kanye West, Rihanna, Madonna, Jack White, entre otros, con un cierre que decía que “la revolución venía en camino”. Días después se develó el misterio, al lanzarse Tidal, la primera plataforma de música por streaming de alta calidad y que entra a competir directamente con el titán actual, Spotify, en un mercado que mueve más de US$2000 millones al año.
La principal diferencia con su competidor es que Tidal es de propiedad de los músicos, de hecho los más importantes de la industria: desde Madonna a Coldplay, pasando por Usher y Daft Punk, por lo tanto, es una forma de devolverle al músico las ganancias que se escaparon con la muerte del CD y con lo poco que paga Spotify a los músicos por poner su música en la plataforma de streaming.
Obviamente, los comentarios no se hicieron esperar. A los músicos los trataron de mercenarios. Sus propios colegas más indie también los criticaron por el lucro. Asimismo, el alto valor del servicio (US$20 versus US$10 de Spotify) ha sido blanco de críticas y que los 16 artistas implicados pretendan hacerse más ricos aún a costa de los usuarios. Porque no son los músicos más humildes económicamente hablando, sino que justamente son los que tienen más poder en la industria. Madonna contraatacó por sus redes sociales que todo trabajo debe ser bien remunerado. Otras voces disidentes, como la cantante Lily Allen, argumentó en The Guardian que este nuevo servicio de streaming más caro que los anteriores “obligaría a la gente a recurrir a webs de piratería y torrents”.
Ahora bien, tanto Spotify como otros servicios de música a través de streaming no han tenido aún las mega ganancias que uno supondría de un producto a escala global y que muy probablemente estos músicos, que todos poseen grandes fortunas, pudiesen invertir su dinero en negocios más rentables. Entonces lo que aquí sorprende es que los músicos, como nunca ha sido en la historia de la música (excepto contadísimas excepciones), sean lo que tengan el sartén por el mango del negocio. Y eso es simplemente inspirador. O revolucionario, como dicen los Tidaladictos. Por lo tanto, esta tendencia de Tidal, es decir, repartir de forma más justa las ganancias entre sus autores, nos muestra un nuevo camino en la historia de la música. Y dentro de un mundo lleno de piratería y negocios amarrados a los sellos discográficos, que se alce un nuevo actor desde el prisma del músico, es una buena noticia. Aún no sabemos qué pasará con Tidal, si conseguirá convencer a la audiencia o no, pero ha abierto un excelente debate dentro de la crisis del modelo de negocio de la industria musical.
*Director ejecutivo ALTA Comunicación (@pablocourard).