Todo indica que el gobierno de PPK ha terminado. Si bien no lleva ni la mitad de su mandato a cargo de la Presidencia del Perú, la debilidad es posiblemente el elemento que con mayor claridad describe su administración. El Congreso (en manos de una abrumadora mayoría fujimorista) ha sacado a los ministros que ha querido, ha instalado aliados en espacios claves de decisión, ha puesto en entredicho incluso lo que se considera son sus logros. El gobierno ha tenido serios problemas de gestión, la ejecución de la inversión pública total está en 60%, la reforma educativa está parada, los programas sociales sin avance, la reconstrucción objetada por múltiples actores. Todo esto se cataliza en un mínimo porcentaje de apoyo ciudadano.
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Y esto era antes de la vacancia y el indulto.
Pero partamos por el inicio. PPK salió electo porque era lo que se enfrentaba a Keiko Fujimori. Su voto no era propio, sino sumaba un amplio contingente de personas que a pesar de sentirse en las antípodas de sus propuestas económicas y sociales, no se resignaban a ver a otro Fujimori como primer habitante de Palacio de Gobierno. PPK era, el menos malo, como largamente se ha discutido en Chile en las últimas elecciones.
PPK ha tratado de gobernar en un contexto marcado por las investigaciones de corrupción de las campañas presidenciales. Si bien, el financiamiento de la política en Perú sigue siendo un espacio de enorme opacidad, las declaraciones y agendas de Marcelo Odebrecht y varios de sus gerentes han traído consecuencias estructurales para la política peruana. El Ex Presidente Humala está en prisión preventiva, al igual que Nadine Heredia su esposa, hace más de un año, y el ex Presidente Toledo está buscado por la justicia. Ambos por situaciones que involucrarían desde aportes indebidos a campañas hasta sobornos para la adjudicación de grandes licitaciones públicas. Las declaraciones compensadas han generado una ansiedad importante en el fujimorismo dado que Keiko aparece directamente mencionada como receptora de financiamiento ilegal. También en el Aprismo, pero Alan García logra escabullirse con más habilidad de estos escándalos.
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Es en este escenario que Odebrecht decide enviar información a una comisión del congreso sobre pagos lícitos (no de su cuenta dedicada a la corrupción) cuyo beneficiario directo o indirecto era el mismo Presidente de la República. El que unos días antes había negado abiertamente cualquier vinculación con la empresa. ¿Porqué Odebrecht le pone leña al fuego? Difícil saber pero claramente el fuego pasó a ser un voraz incendio. El fujimorismo se aprovechó de la debilidad aún mayor del Presidente y pidió la vacancia. Las explicaciones de PPK son de una debilidad enorme. Finalmente, no se acordó ni revisó sus cuentas y además estableció una muralla china aún cuando los dividendos se depositan en una cuenta personal. Al parecer la muralla era de cartón.
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Para salvarse PPK negoció con Kenji, vacancia por indulto. El arreglo fue exitoso. PPK se mantiene en la Presidencia y en navidad Kenji pudo festejar con su papá. En un minuto PPK terminó de destruir mucho de la base que lo llevó al gobierno, dejando dos alternativas o decidió gobernar con el fujimorismo o cree que este acto de "justicia" generará un nuevo escenario político. La forma, los métodos, las explicaciones y las mentiras han puesto en tela de juicio una decisión que sin duda será vista como un claro retroceso en la consolidación del Estado de Derecho el país.
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El problema no es el indulto humanitario, sino que se lo entregó a una persona que no reúne los requisitos para obtenerla. El problema no es que reconoce que hubo errores en el gobierno de Fujimori, sino que se olvida de mencionar que ha sido condenado por matanzas de personas, en su mayoría jóvenes, cuyos familiares aún claman por justicia. Finalmente, se instala como un Presidente de salida cuya legitimidad y credibilidad para un porcentaje importante de ciudadanos está por los suelos.
Pero lo más difícil para PPK es que se apoyó sobre un colectivo que podría vacarlo y sacarlo del sillón presidencial en cualquier momento. Una agrupación que no tiene nada que ganar manteniéndolo como Presidente y cuya voracidad por el poder es por todos conocida. PPK se entregó animadamente al secuestro, ahora no le queda otra que esperar un final donde probablemente no sea actor principal.
La autora es académica de la U. de Santiago.