En 1984, España estaba en pleno proceso de cambio, una revolución que iba a provocar que en pocos años no la conociese “ni la madre que la parió”, por citar las palabras del político Alfonso Guerra que por aquel entonces navegaba en la cresta de la ola.
Seat también estaba a punto de sufrir su propio cambio dramático, uno que le iba a permitir pasar de ser una empresa en problemas a un fabricante internacional.
A finales de los años 70, su colaboración con Fiat no había tenido un final precisamente feliz. La automovilística barcelonesa llevaba siete años perdiendo mucho dinero por culpa de la fuerte competencia que había traído consigo la liberalización del mercado español y de la sobredimensionada estructura que mantenía desde los tiempos de la dictadura franquista.
El gobierno español había tratado que la multinacional turinesa asumiese el control de Seat. Las conversaciones, sin embargo, fracasaron y la familia Agnelli terminaría vendiendo su participación en la compañía por una peseta.
Durante aquellos primeros años en el desierto, la compañía atravesaría un momento crítico, de máxima competencia y sin más modelos nuevos con los que hacerle frente. Los gestores designados por el Instituto Nacional de Industria (INI) de España, se lanzaron a la búsqueda de posibles aliados que evitasen un cierre que parecía más probable que nunca.
La salvación llegaría de la mano de Volkswagen. Se firmarían unos primeros acuerdos de cooperación comercial, con intercambios de distribución y exportaciones. Con el colchón que proporcionó este contrato se hizo más cómodo trabajar en la modernización de la cartera de producto. Primero llegó el Fura, más tarde el Ronda.
Pero no sería hasta 1984 cuando llegaría el auto que se convertiría en el más vendido de la marca: un utilitario con carrocería diseñada por Giugiaro y con motores con tecnología de Porsche. Sería el primer vehículo enteramente desarrollado por la compañía.
Un automóvil que saldría a las carreteras de un país que también vivía su propio proceso de revolución: movidas, pelos encrespados, hombreras y walkman y, sobre todo, un recién estrenado gobierno socialista que trataba de modernizar unas estructuras acostumbradas a casi 40 años de dictadura.
Desde que vio la luz, el Ibiza supuso un éxito que le permitió exportar el 69% de la producción (aproximadamente 3,5 millones de unidades) a más de 75 países. En España, ha sido el modelo más vendido de su categoría desde el año 2001. “Si hay un coche que identifica la España de los ochenta, dinámica, ambiciosa y dispuesta a cambiarlo todo, éste no es otro que el Seat Ibiza”, aseguró la propia compañía cuando celebró el aniversario del modelo.
Mejoras
El Ibiza se presentó en el Salón Internacional de París de 1983. En abril saldría de las cadenas de montaje de la Zona Franca de Barcelona la primera unidad del modelo. Sería el segundo desde que la dirección adoptó la estrategia de denominar a los automóviles con nombres de localidades españolas.
El primero había sido el Ronda, dos años antes. El Ibiza sustituyó al Fura dentro de la gama.
Era un auto pequeño, del llamado segmento B (el equivalente al VW Polo). A pesar de ello, se construyó sobre la plataforma del Ronda, que era más bien un C, lo que le otorgó más amplitud y habitabilidad que sus competidores, aunque también algo más pesado y con consumos algo más altos.
Su buen comportamiento en los concesionarios hizo que sus responsables se volcaran en una serie interminable de ediciones especiales: Paco Rabanne, Junior, Del Sol, Fresh, Crono, Disco...
Dos años después de su lanzamiento, Seat entraría definitivamente en la órbita del grupo Volkswagen, aunque no se convertiría en una filial al cien por ciento hasta 1990.
Este cambio en la propiedad de la compañía contribuiría en nuevas mejoras en los acabados del modelo y en la preparación de la siguiente generación. Esta también sería obra de Giugiaro. Vería la luz en 1993, y supondría un salto estilístico, con formas más redondeadas.
Con las ventas a buen ritmo, Volkswagen inauguró aquel mismo año la moderna planta de Martorell en Barcelona, cuyas líneas de montaje fabrican en la actualidad 700 unidades diarias del Ibiza. Once años después, y dos generaciones más tarde, el modelo se convertiría en el auto español más vendido, con más de cinco millones de unidades comercializadas.