Nikhil Srinivasan, el hombre que decide dónde uno de los fondos de seguros más grandes del mundo pone sus activos, quiere saber por qué debería invertir en acciones. "Estamos cumpliendo lo que los asegurados quieren", dice el jefe de inversiones de Allianz Investment Management. "Así que no hay necesidad de ponerse agresivo con las acciones".
Allianz, con un total de €1,7 billones (millones de millones) en administración, sólo tiene 6% de su portafolio de seguros en acciones, mientras que el 90% está en bonos. Hace una década, el 20% estaba en acciones.
Pero, está lejos de ser el único: inversionistas institucionales, de fondos de pensiones a fondos mutuos de venta directa al público, han reducido sus participaciones en la última década. Las acciones no habían estado tan en desgracia en medio siglo. Muchos declaran muerto el "culto a las acciones".
Las consecuencias ya se han sentido. Incluso, el poderoso Facebook está en problemas para aumentar el capital social. Con financiamiento de capital caro, muchas compañías están optando en cambio por aumentar la deuda o retirar acciones. Como los mercados accionarios se reducen, también lo hace el dominio de los propietarios de esa acción, reduciendo el control de los accionistas en las compañías y desafiando los conceptos aceptados de propiedad corporativa.
Además, con los ingresos de acciones virtualmente planos por más de una década, el incentivo para los inversionistas de correr riesgos con financiar compañías más pequeñas y emprendedoras ha bajado, mermando un proceso que tradicionalmente le ha dado a los gerentes la flexibilidad que necesitaban para crecer. El capitalismo con menor financiamiento de acciones seguiría a un modelo mucho más conservador.
"A la larga lo que está pasando es que los principios fundamentales de la sociedad capitalista están siendo cuestionados", dice Andreas Utermann, jefe de inversiones de la división de Allianz, que administra €300 mil millones en activos para clientes externos.
Él prevé que esto llevará a una gran transferencia en los ahorrantes, saldrán los "derrochadores e irresponsables", ya que los beneficios de ahorros a largo plazo han mermado. "El riesgo es que habrá una reacción violenta de los ahorrantes. El (impacto se sentirá) socialmente, políticamente, a nivel regional y mundial. Todavía estamos al principio de todo el proceso", señala.
Comparado con los bonos, las acciones no habían estado tan baratas en medio siglo. Durante este periodo, la rentabilidad por dividendos -la cantidad pagada por acción dividida por el precio de la acción, una medida clave de valor- ha estado más baja que el rendimiento pagado por los bonos (lo que se mueve en la dirección opuesta a los precios). En otras palabras, los inversionistas estaban felices de tomar una menor tasa de interés de las acciones que de los bonos, a pesar de su gran volatilidad, reflejando su confianza en que los ingresos de las acciones serían más grandes en el largo plazo.
Pero ahora los inversionistas quieren mayor rendimiento de las acciones. De acuerdo a Robert Shiller de Yale University, la rentabilidad por dividendos en las acciones de EEUU hoy es de 1,97%, sobre el 1,72% de rendimiento en los bonos del tesoro estadounidense a 10 años.
Algunos esperan que el ciclo esté a punto de cumplirse y que las condiciones previas para un nuevo culto a las acciones surjan, incluso si tardan. Pocos dudan, sin embargo, que el antiguo culto a las acciones -que dirigió a los ahorrantes a largo plazo en llenar sus portafolios con acciones- ha muerto.
Esto es sorprendente a la luz de la abrumadora evidencia que, en el largo plazo, las acciones tendrán mejores resultados. En EEUU y el Reino Unido los fondos de pensiones públicos tenían su cuota en acciones en un máximo de 70%, sólo 10 años atrás. Ahora, han bajado a 40% en el Reino Unido, y 52% en EEUU.
De acuerdo a Rob Buckland of Citigroup, que bautizó este fenómeno de "des-accionización" en 2005, la emisión de patrimonio neto en los EEUU fue negativa el año pasado, tal como lo fue en Europa entre 2003 y 2007. Al otro lado del mundo desarrollado, la emisión de acciones es mucho menor que en los '90, y ha tenido sólo una débil recuperación desde la crisis de crédito.
Para Buckland, ésta es "la respuesta lógica al colapso en el apetito inversionista por acciones evidente en la década pasada". Pero también implica que el capitalismo como actualmente es concebido, donde los gerentes corporativos son responsables ante sus dueños en el mercado de acciones, está bajo amenaza.
Con los gestores de fondos bajo presión para comprar bonos -y el contenido de las compañías adaptándose a esto en lugar de crear las condiciones donde las acciones podrían parecer emocionantes de nuevo- es fácil ver por qué creen que el próximo culto por la acción está aún a una década de distancia. Para Utermann, "no hay un flujo natural en las acciones" por los próximos 5 a 10 años. Las reglas del juego han cambiado".
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