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El mito de las economías de trueque

La historia la cuentan con menores variaciones numerosos textos de economía, historia y artículos académicos. Empieza con una sociedad primitiva donde sus habitantes comerciaban por medio del trueque. Evidentemente este sistema era muy ineficiente ya que requería una coincidencia total de necesidades para funcionar: mi docena de huevos por uno de tus pares de zapatos. Inevitablemente, los habitantes de esta aldea forzados a concebir un método más efectivo, inventaron el dinero para facilitar el intercambio comercial y posiblemente, antes de aparecer las monedas metálicas partieron con sustitutos más simples, como conchas o perlas.

Eventualmente, este método de comercio originó el nacimiento del crédito, y llegamos finalmente al sistema global de mercados que tenemos hoy día con bancos, compañías de seguros, fondos de inversión, instrumentos derivados, etcétera. Esta narrativa -que aparentemente partió con Aristóteles y después fue recogida por Adam Smith- continúa siendo la versión convencional de cómo las llamadas sociedades primitivas pasaron del trueque al dinero. El único problema es que estas supuestas sociedades primitivas parece que nunca existieron.

David Graeber, un antropólogo de la London School of Economics, argumenta en forma bastante persuasiva en su libro “Debt: the first 5.000 years” que no hay ninguna evidencia de que estas sociedades organizadas sobre la base de una economía de trueque hubieran existido. De hecho, la evidencia histórica sugiere que estas sociedades primitivas tenían un sistema de crédito bastante sofisticado que habría precedido en varios siglos a la acuñación de monedas.

Mi interés por este tema, a pesar de haber leído el libro de Graeber hace un par de años, revivió a raíz de un artículo aparecido en The Developing Economist. Esta publicación de la Universidad de Texas divulga investigaciones de estudiantes. En un número reciente, R.D. Baker explica, suponiendo que hubiera habido alguna vez una sociedad basada en trueque, cómo esta ineficiencia habría originado posiblemente un sistema de intercambio en base a crédito, pero no un sistema estructurado en torno a la emisión de monedas. El raciocinio de Baker se apoya en un modelo matemático simple que no contradice ninguna evidencia empírica.

Volviendo al trueque. ¿Cuál es la probabilidad de que una persona que necesita manzanas y le sobran frazadas, pueda encontrar a alguien a quien le sobren manzanas y le faltan frazadas? Tal vez esto pueda suceder una o dos veces, pero que pueda ocurrir regularmente cada vez que los miembros de esta aldea primitiva necesiten hacer una transacción es improbable. Más todavía si agregamos la componente temporal, la restricción de que todas estas necesidades mutuamente complementarias ocurran exactamente al mismo tiempo. Este último aspecto -la necesaria simultaneidad de estas necesidades- es algo que las narrativas típicas convenientemente evitan discutir.

Notese que si aceptamos que pudieran existir dos personas con necesidades complementarias, y relajamos la condición de que la satisfacción de estas necesidades ocurra exactamente al mismo tiempo, estaríamos sentando las bases de un sistema de crédito. Es decir, un sistema de intercambio basado en la confianza (te paso un conejo hoy y tú mañana me entregas ciruelas) y no un sistema de intercambio basado en monedas.

En suma, la evidencia histórica solo corrobora lo que un análisis racional sugiere: que la existencia de las sociedades basadas en trueque no pasa de ser un mito.

Quizá esta confusión se deba a que el término “dinero” se usa habitualmente con dos interpretaciones distintas. Puede referirse a un vehículo que facilita el intercambio comercial: te doy 5 mil pesos y me das un kilo de zanahorias. Pero también se puede referir a una unidad de contabilidad: fulano gana 500 mil pesos al mes.

Lo concreto es que las economías de trueque nunca existieron y la secuencia, dinero primero, crédito después, posiblemente ocurrió al revés. El dinero partió como una unidad contable -para llevar un control de las deudas mutuas y facilitar el intercambio de bienes y servicios. El dinero, como vehículo de intercambio, apareció después.

Esto es interesante pues indica que el origen de los sistemas financieros es la confianza y el crédito es simplemente la manifestación de esta. Es la certeza de que puedo entregar algo hoy y que mañana mi contraparte no olvidará este compromiso y me lo pagará. Esta confianza no se requiere en las transacciones simultáneas en dinero efectivo. No sorprende entonces que en sociedades con un alto nivel de confianza (Estados Unidos, por ejemplo) encontremos un sistema financiero desarrollado. Y que en sociedades desconfiadas (Chile, México, Turquía) el sistema financiero sea más primitivo.

Por último, reflexionemos sobre la aparición del bitcoin -supuestamente, el sistema de intercambio comercial del fututo. El sistema de contabilidad con el cual el bitcoin opera, no es más que una versión electrónica del sistema de crédito que usaban los babilonios, egipcios y asirios. La única diferencia es que la contabilidad, en vez de ser monitoreada por unos burócratas en unos papiros, es llevada en forma electrónica por los computadores del llamado “Blockchain” (el registro histórico de transacciones de bitcoins). Como dijo Karr, “Plus ça change, plus c’est la même chose”. (“Mientras más cambian las cosas, más permanecen iguales”).

*El autor es director académico CREM, Facultad de Economía y Negocios, Universidad de Chile (aocusa@gmail.com).

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