Visto desde Londres, Nueva York o Bruselas, el mundo está a medio camino de una década perdida. Cinco años después de que la crisis subprime llevara a un congelamiento del mercado y a un colapso crediticio global, Gran Bretaña está de nuevo en recesión, Europa probablemente se le unirá pronto y el crecimiento de EEUU es pésimo.

Los operadores han respondido cambiando rápidamente la esperanza sobre el futuro por el temor sobre la realidad actual. En el proceso han formando un entorno de transacciones risk on, risk off donde todo desde las acciones hasta los bonos y divisas se mueven en conjunto, haciendo cada vez más difícil ganar dinero.

Mientras, los inversionistas han aprendido una lección. Buscan desesperadamente la seguridad en los bonos soberanos y en acciones defensivas.

Las autoridades mundiales también están en esta línea. El Banco de Inglaterra la semana pasada redujo las proyecciones de crecimiento de aquí a dos años. Ahora proyecta un crecimiento de 2,1%, por debajo del 3,4% proyectado hace seis meses.

Es fácil reírse de las proyecciones económicas, porque generalmente no aciertan. Pero los pronósticos les importan a los inversionistas porque están implícitos en cualquier decisión de comprar o vender.

Los rendimientos de los bonos rebotaron durante los últimos meses en EEUU, Japón, Alemania y Gran Bretaña y otros países seguros. Pero aún así, siguen a niveles muy bajos.

Muchos piensan que el occidente se está volviendo japonés. Pero hay muchas diferencias entre el Japón de los años 90 y el EEUU de hoy. Japón tuvo deflación, bancos zombie, una población que envejecía mucho más rápido y en 1998, Japón tenía sus acciones muy sobrevaloradas, transándose a un múltiplo de precio futuro/acciones en más de 30, contra el múltiplo de 10 ahora.

Pero la gran similitud permanece. Los sectores público y privado de Japón estaban altamente endeudados, tal como está hoy el occidente. Los políticos nipones tomaron el camino fácil de salida, elevando la deuda del gobierno hasta más del doble del PIB. La presión crece para que los gobiernos occidentales alivien los planes de austeridad, mientras el mundo parece preparado para más intervención monetaria.

Es difícil ver cómo esto podría llevar a un crecimiento más que tibio, y hay un riesgo presente de una crisis de bonos al estilo español. Puesto de esta forma, la década perdida de Japón parece atractiva.

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