El presidente de Francia, François Hollande, dio a conocer una nueva versión de su gobierno socialista sin ministros disidentes de izquierda, y cargado con un reforzado compromiso a sacar adelante las reformas estructurales tan demandadas por los socios europeos de la nación.
En una evidente señal de sus propósitos, nombró al ex banquero Emmanuel Macron, un comprometido reformista, en reemplazo de Arnaud Montebourg, el líder rebelde de izquierda removido de su cargo como ministro de Economía e Industria.
Macron, de 36, se desempeñó hasta julio como vice secretario general del Palacio Elíseo y como principal asesor económico de Hollande, manejando conflictos económicos internos y jugando un rol clave en la gestión de la administración de la crisis de la eurozona.
El ex banquero de inversión de Rothschild, y joven protegido de Hollande que no es un miembro elegido del Partido Socialista, está a favor de las reformas de mercado y trabajó de cerca con figuras empresariales e industriales prominentes en su trabajo anterior.
Su nombramiento fue la mayor sorpresa en el recambio, que no tuvo mayores cambios, con Michel Sapin, un amigo de larga data de Hollande, manteniéndose en su cargo de ministro de Finanzas. Laurent Fabius también siguió en su puesto como ministro de Relaciones Exteriores. Mientras, Fleur Pellerin, de 41, considerado otro joven reformista, fue elevado al delicado ministerio ministerio de Cultura y Comunicaciones.
El Palacio del Elíseo dijo que Hollande estaba demandando “coherencia, respeto y solidaridad”, respecto a la línea reformista del gobierno, al nuevo gabinete de Manuel Valls, el primer ministro, después de los ruidosos llamados de Montebourg para una reversión política que destapó una crisis de gobierno.
Líderes empresariales celebraron las perspectivas de un gobierno más unido tras las políticas del lado de la demanda adoptadas este año por Hollande, que prevén €40.000 millones en recortes tributarios para empresas, €50.000 millones en recortes de gastos y reformas desregularizadoras en los próximos tres años.
El recambio del gobierno fue “un paso valiente que impulsará la confianza”, dijo un funcionario senior en Medef, la confederación empresarial cuya conferencia anual tendrá hoy a Valls como orador.
Sin embargo, la salida de Montebourg y dos otros ministros disidentes no ha cambiado la difícil ecuación económica que enfrenta Hollande.
La principal queja de Montebourg fue que una austeridad impuesta por la UE para reducir los déficit de presupuesto estaba aplastando el crecimiento a lo largo de Europa y especialmente en Francia, donde la economía sigue estancada y los desempleados siguen acumulándose.
En una entrevista con el diario Le Monde la semana pasada, Hollande dijo que “hay un problema de demanda en toda Europa... principalmente por las políticas de austeridad de los últimos años”, pero más importantemente, dijo que el impulso a la demanda debía venir de nivel europeo, porque Francia simplemente no podría costear un reflote de su economía, dadas sus variadas restricciones fiscales.
El sector público ya representa más de 55% de la producción y la deuda está subiendo hasta 100% del PIB.
“Cualquier medida que utilice el presupuesto para relanzar actividad incrementaría nuestra deuda pública y empeoraría el comercio (déficit) exterior”, señaló.
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