A juzgar por muchos analistas, la eurozona ha estado atascada en los cinco minutos antes de la medianoche durante los últimos dos años. La semana pasada pudo haber sido el momento en que el reloj empezó a ponerse al día con los alarmistas.

Los inversionistas financieros parecieron listos para darse por vencidos. Las acciones podrían simplemente estar manteniéndose a flote, pero la mayoría de los mercados financieros están desplomándose. Tomaron un breve suspiro de alivio tras la victoria del único partido griego que quiere renegociar el acuerdo de rescate de ese país por sobre otro que quiere rechazarlo de manera indiscutida: cuando abrieron las bolsas el lunes pasado, los bonos soberanos de España se dispararon, con los rendimientos de los bonos a 10 años superando la barrera de 7%  considerada como presagio de muerte en el cábala de la eurozona financiero.

El mismo desaliento es visible a través de la economía. La confianza empresarial alemana ha tocado su nivel más bajo en más de dos años. Las economías de la eurozona están desacelerándose o contrayéndose. El precio del petróleo está por debajo de US$90 por barril, una caída de US$5 en sólo una semana, y casi 30% menos que en los últimos tres meses.

Si este rápido deterioro de la economía europea puede decisivamente sacudir a las autoridades de su complacencia, la ahora inevitable desaceleración por lo menos no habrá sido gratuita. Las iniciativas de política ciertamente se están dando de manera dura y rápida. Los bancos centrales están buscando formas de impulsar aún más el acelerador monetario: la semana pasada, el Banco de Inglaterra con nuevas facilidades de financiamiento bancario; la semana pasada la Reserva Federal con una extensión de la operación Twist. Uno espera que el Banco Central Europeo siga el ejemplo pronto. España aceleró su cálculo de necesidad de capital y Chipre está buscando financiamiento para apuntalar a la banca.

Más y más, los líderes de la moneda única parecen comprender la necesidad de un factor de cambio, tal como la moción de usar los fondos de rescate de la eurozona para comprar bonos soberanos de España o Italia. La presión para que ellos actúen es mayor de la que ha sido siempre -y no proviene sólo de los mercados, sino del llamado realizado en la cumbre de los líderes del G20 y del Fondo Monetario Internacional a una unión bancaria y deuda común de corto plazo en la eurozona.

Por lo tanto, la cumbre europea de esta semana se prepara para ser una de las más significativas en lo que va de la crisis. Por primera vez un bloqueo de los mercados a un país grande de la eurozona -lo cual podría ser un desastre- es una posibilidad real. La moneda única tiene las herramientas para calmar a sus mercados y a sus economías, lo que no ha mostrado es una intención colectiva convincente de hacerlo.

Si los líderes de la eurozona quieren poner fin a la crisis, la iniciativa de crecimiento prometida por los cuatro mayores países el viernes no es suficiente. La cumbre de fines de esta semana debiera mostrar el camino de hacia dónde quieren ir los líderes de la eurozona en los próximos años, y los pasos que buscan dar. Todavía no son las 11:55. Pero el reloj sigue avanzando.

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