La última parada en el viaje al estrellato del renminbi es Taiwán. A partir de ahora, los bancos taiwaneses podrán realizar operaciones en yuanes, haciendo de Taipei otro centro extranjero de renminbi junto con Hong Kong. Con Singapur y Londres dando empujones para ser el siguiente y China ahora estableciéndose firmemente como la segunda mayor economía del mundo, ¿es sólo cuestión de tiempo antes de que gran parte del comercio mundial se haga en renminbi y los bancos centrales sostengan una parte sustancial de sus reservas en la moneda china?
No tan rápido. La “internacionalización del renminbi”, es tanto una exageración como una realidad. Una mirada a la historia es útil. Para el momento en que el dólar reemplazó a la libra esterlina como la moneda internacional en torno a 1925, Esatdos Unidos había sido la mayor economía del mundo durante más de 40 años. Incluso entonces, debió ocurrir la primera guerra mundial y la interrupción masiva del comercio europeo para consolidar su lugar. Es cierto que la industrialización de China está pasando a toda velocidad. Es posible que la internacionalización de su moneda se mueva a un ritmo similar. Pero hay razones para dudar de que el renminbi esté listo para unirse al dólar, o incluso al euro, como moneda global.
En la superficie, el progreso se ve impresionante. Desde que las cosas se iniciaron en 2009, los depósitos extranjeros en renminbi en Hong Kong han saltado desde casi nada hasta el 9,5% de los depósitos bancarios totales. Las operaciones en renminbi han pasado de un 2% del comercio chino en 2010 al 9% en 2011.
La emisión de bonos dim sum, papeles denominados en renminbi emitidos en Hong Kong, se ha acelerado. Caterpillar, McDonalds y Tesco, además de varios bancos, entre ellos HSBC, están entre los que han emitido bonos dim sum. A nivel nacional, China ha firmado acuerdos de canje de liquidez en renminbi con más de una docena de países, entre ellos Argentina y Nueva Zelandia.
Pero el progreso es engañoso. Un artículo reciente de Yu Yongding*, un influyente economista de la Academia China de Ciencias Sociales, concluye, “no todo está bien con la internacionalización del yuan”. Beijing está poniendo el carro delante de los bueyes. En primer lugar, el crecimiento en el uso del yuan en el exterior se ha estancado. En segundo lugar, el uso de renminbi como una moneda de liquidación se ha reducido.
Es necesario profundizar los mercados nacionales de capital y liberar las tasas de interés de modo que respondan a las señales del mercado y no a las llamadas telefónicas de los planificadores estatales. Sin este cambio, la apertura de la cuenta de capital sería peligrosa. Y sin eso, el progreso significativo en la internacionalización será lento.
Esto plantea la pregunta, ¿por qué siquiera lanzar el proceso? Una posibilidad es que los reformadores del mercado chino están esperando que la lógica de la internacionalización fuerce el cambio en el país. Eso sería una forma de gaiatsu, la manera en que las autoridades japonesas han ocupado algunas veces la presión externa para impulsar la política nacional.
Si ese es el caso, es posible que la internacionalización proceda a buen ritmo, con dramáticas consecuencias para los mercados de capitales internos de China y el régimen de tipo de cambio. Lo más probable, sin embargo, es que Beijing mantenga un firme control y el proceso se quede sin fuerza.
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