Era una junta de accionistas de rutina. Al menos para los no controladores, AFP, fondos de inversión y los periodistas apostados la tarde del martes en el Hotel Courtyard.
En menos de una hora, Carlo Solari (46), presidente del directorio, y su hermano Sandro (48), gerente general, siguieron con rigurosidad el libreto escrito para estos casos. El primero leyó de la Memoria 2017 la carta dirigida a los accionistas y el segundo informó sucintamente lo ocurrido en el año con Falabella. Ambos interpretando sus roles a la perfección. Nada en ellos delataba algo fuera de control.
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Serios. Muy serios. Los dos Solari Donaggio.
Atentos, en primera fila, escuchaban su padre, Reinaldo Solari, y Juan Cúneo. Ambos, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, los predecesores de Carlo y Sandro en sus roles. No era obligatoria su presencia. Podía lucir como chochera y los palmotazos al terminar la cuenta pública -todos muy contenidos-, mera cordialidad familiar. Al final del día sabríamos que era un gesto lleno de simbolismo.
Junto a los patriarcas, el resto del directorio: Juan Pablo del Río, Carlos Heller, Paola Cúneo, Juan Carlos Cortés, María Cecilia Karlezi y Sergio Cardone. Solo faltó José Luis del Río. Hernán Büchi llegó cuando ya se iniciaba la sesión de directorio de rigor. A las seis de la tarde, en medio de la reunión de directorio que vino tras la junta, llegaba a la Comisión para el Mercado Financiero el hecho esencial informando la renuncia de Sandro Solari a la gerencia general de Falabella.
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Se oficializaba así una decisión que el directorio conocía, al menos en lo formal, un mes atrás, pero que el protagonista llevaba masticando desde hace al menos un año. Cuarenta y ocho horas después de lanzada la noticia, Solari subió a un avión junto a su esposa, Bárbara Etcheberry, para cruzar el Atlántico e iniciar unas vacaciones que programaron como relojeros. Sus seis hijos no estaban contemplados.
Sandro Solari le puso fin a un ciclo que culminó con él en la gerencia general de Falabella, la empresa de mayor capitalización bursátil de Chile (más de US$ 24.000 millones), y que había partido 23 años antes con el joven ingeniero civil industrial de la UC y MBA del Sloan School of Management del MIT vendiendo zapatos en la tienda de Ahumada. Después ascendería a las áreas de compras, ventas, planificación y desarrollo. Iniciado el siglo XXI se haría cargo de las ventas online, área que en ese entonces no tenía la relevancia de hoy.
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En ese avión a Europa partió también el último integrante de la familia fundadora que ocupaba un puesto ejecutivo en la empresa. De aquí en más sus herederos y los de sus hermanos Piero (49, el mayor, cabeza de Megeve, el family office del clan) y Carlo, el menor del trío, harán lo propio. Sandro Solari se sumará a los directorios de Falabella Retail, Tottus y Sodimac. Rol que, confiesan sus cercanos, tiene muy optimistas a ambas familias controladoras -Del Río y Solari- dada la mirada estratégica, fresca y con pleno conocimiento de causa que podrá aportar de aquí en más.
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"Conoce el detalle, el día a día de todo lo que ocurre con los negocios de Falabella en siete países y en áreas de negocios complementarias, pero tan distintas como lo son el retail, la industria financiera y el sector inmobiliario".
Emocionado por dejar su puesto -algo que solo notaron sus cercanos de años el día del anuncio-, pero también feliz por la nueva etapa, aliviado incluso, Sandro Solari fue muy contenido al explicar su partida. Ciertamente, lleno de sentimientos encontrados. Al menos por un rato…
¿Por qué se va?
- "Cumplí un ciclo, tengo más de 23 años caminando por las tiendas, viendo las cifras de ventas a las 6 de la mañana y creo que es bueno que las empresas vayan cambiando. Muy contento de todo lo que trabajé y todo lo que aprendí".
Más enfáticos fueron quienes vieron en vivo y en directo su proceso. "El ritmo del cargo es una locura y no va a parar, es de locos. El año pasado él planteó que quería dejar el cargo, pero siempre hubo una operación que alargaba su decisión, él esperó el momento justo, y ese fue en la junta".
Lo concreto es que hablamos de un ejecutivo que partía su jornada, dicho por él, de madrugada. Porque después de revisar las ventas diarias dejaba a sus hijos en el colegio pasadas las 7 de la mañana y no salía de su oficina antes de las 8 o 9 de la noche. Con compromisos sociales, el día se alargaba aún más. Batió el récord de los almuerzos de pechuga de pollo en su oficina, cuentan.
Una jornada intensa que incluía pasar fuera de Chile una buena parte del mes supervisando las operaciones de la compañía en América Latina, hacia donde exportan, desde 1995, todos sus formatos de negocios, y que suma entre sus tentáculos Perú, Argentina, Colombia, Brasil, Uruguay y el recién llegado, México. A eso sumaba los malabares que hacía para coordinar los negocios con la vida de sus hijos, como, por ejemplo, ir hasta Paraguay para ver al mayor de ellos jugar rugby.
El primer cargo relevante que ocupó Solari en el grupo fue la gerencia general de Home Store, división que se creó tras comprar las operaciones de Home Depot en Chile. La cadena alcanzó a tener cinco locales, hasta que el 2003 se produjo la fusión con Sodimac. A Sandro le tocó, ni más ni menos, que sumarse a las filas de quien era su archirrival hasta ese momento.
Al poco andar, ocupó la gerencia comercial, la gerencia general para Chile y, finalmente, la gerencia general corporativa de Sodimac. El 2012, con un Juan Cúneo, a la fecha presidente de Falabella, algo dubitativo sobre su ascenso, pero con el respaldo irrestricto de los Del Río, Sandro llega a la gerencia general del grupo.
Quienes lo conocieron durante la era Sodimac no tienen dos miradas sobre el rol clave que jugó para que las cosas fluyeran con bálsamo ante la nueva estructura de propiedad. "Demostró humildad y una apertura tremenda para aprender todo sobre la cultura de Sodimac. Tenía, y tiene, un estilo de liderazgo muy cercano a las personas. Exigente siempre. Pero muy cercano".