Como era de esperar, cuando llegué a reunirme con Sir Mervyn King, quien dejará el Banco de Inglaterra después de diez años al mando a fines de mes, él ya estaba ahí. Vestido de traje y corbata, dice que quiere evitar cualquier cosa que parezca un comentario sobre las políticas de su sucesor, Mark Carney.

"No puedes hacer nada que pueda dificultarle la vida a tu sucesor", afirma. ¿Siente alivio por su partida? "Es una mezcla de sentimientos. Sé que voy a extrañar enormemente no estar al centro de las cosas. Va a ser difícil ajustarse a eso. Es un gran cambio. Lo que no extrañaré será la rutina".

¿Cree que el BoE, como está ahora, podrá cumplir con las tareas que enfrenta, de política monetaria y regulación?

"Creo que lo que estuvo mal con la regulación en el período previo a la crisis fue que no hubo problemas evidentes con los bancos, en el sentido de que nadie pedía dinero al central y que nadie quebraba. Es muy difícil que alguien diga que la supervisión prudente estaba al centro de la regulación".

Mervyn concuerda en que casi nadie pensó que era posible una falla del sistema bancario británico en la escala que lo experimentamos. "No tuvimos una crisis bancariia en los '30 como los estadounidenses. Recuerdo claramente que tras la quiebra del Bank of Credit and Commerce International en 1991, tuvimos un debate sobre la protección del depositante. Y, de una forma bastante ingenua, discutí que deberíamos tener una protección del 100% hasta cierto nivel, porque de otra forma '¿cómo se previene una corrida bancaria?' Nadie pensó que era un argumento sensato, porque todos estaban enfocados en la idea que era muy importante para los depositantes saber que asumirían una parte de la pérdida en su cuenta bancaria.

¿Le gustaría haber sabido hace una década lo que sabe ahora? "No creo haber apreciado la escala de los impactos que podrían ocurrir. Nos contentábamos con el hecho de tener un marco que implicaba que las tasas de interés no habrían subido de nuevo a 15% o 20%. Pero nunca imaginamos que bajaríamos a cero y nos quedaríamos allí".

 Agrega que lo que no apreció realmente fue una parte clave del trabajo de Keynes. "Era la idea de que el futuro es impredecible. El efectivo es fundamental en el día a día de la economía. Al mismo tiempo, es el activo al que acudes cuando no sabes qué hacer. Por eso nuestra economía monetaria es inestable".

Está la alternativa de que la desgracia no se debió a bancos defectuosos, sino a banqueros centrales irresponsables. Al apuntar a la inflación en momentos de impactos deflacionarios, particularmente la entrada de la fuerza laboral china a la economía mundial, los críticos aseguran que los banqueros fomentaron burbujas de activos y booms de créditos. La respuesta de Mervyn es firme: "El banco central habría argumentado entonces que la política monetaria correcta es aceptar menor crecimiento del que se podría lograr, con mayor desempleo y la inflación bajo su propia definición de estabilidad de los precios.

¿Qué hay de cómo se manejó la crisis? Fue algo como la caída de Lehman en septiembre de 2008, necesaria para obtener una acción efectiva?  "He utilizado la frase 'la audacia del pesimismo'", responde. "Solo cuando las cosas se ven sombrías la gente empieza a moverse".

 La discusión entonces pasa a cómo se restaura la confianza tras la crisis. Sir Mervyn defiende la política de UK. "Tuvimos una política que aseguraba que pasara lo que pasara, los estabilizadores automáticos podrían servir. El conflicto era: ¿se anuncia un camino a mediano plazo para demostrar que el gobierno en realidad está en control de su situación? Tiene que haber un marco político que la gente crea que es creíble. Y pienso que, en algunas circunstancias, eso implica decir que hay que pensar sobre cuál es el camino de la deuda en el futuro.

Conociendo el "euro escepticismo" de Sir Mervyn, le pregunto sus soluciones a los problemas de la eurozona. "Creo que hay cuatro. Uno es continuar con desempleo masivo en el sur, para hundir los salarios y los precios hasta que sean competitivos de nuevo. Lo segundo es decir, 'ya nos deshicimos del desequilibrio y en competitividad, ahora necesitamos inflación en Alemania'. Eso no parece atractivo, ciertamente para los alemanes".

"Lo tercero es desistir en la pregunta de restaurar la competitividad rápidamente y aceptar que esta es una unión de transferencia indefinida. Eso requiere dos cosas: una es que los del norte le den dinero a los del sur; lo otro es que los del sur acepten las condiciones que les fueron impuestas, lo que limitaría el tamaño de la transferencia". Añade que la cuarta solución es cambiar la membresía. Ahora, no sé cuál es la respuesta correcta, y dependerá de sus objetivos políticos, pero la economía te dice que tienes que tener una o algunas combinaciones de estas".

Llegó el momento de partir. Pronto, Sir Mervyn será otro forastero, uno que juró mantener un voto de silencio sobre el estado de la economía. Será un ajuste doloroso.

© The Financial Times Ltd. 2011