Seth Klarman, el tímido gestor del fondo de cobertura de US$27 mil millones Baupost, le dio una cachetada a los inversionistas. En su carta de inversión trimestral, declaró que los mercados de capitales están en las garras de una burbuja salvaje.

"Cualquier año en el que el S&P 500 salta 32% y el Nasdaq, 40% mientras las ganancias corporativas con suerte aumentan, debiese ser un motivo de preocupación", escribió apuntando a las burbujas en los mercados de bonos y créditos, y la "hemorragia de las valoraciones bursátiles de empresas de moda como Netflix y Tesla".

Puede que suene a una reminiscencia de 1999, cuando las acciones tecnológicas "de moda" se dispararon. Pero hay un cambio: hoy no es la renta variable sino el mercado de bonos el que puede ser la causa de mayor preocupación.

En los últimos años una cantidad impresionante de dinero ha fluido hacia los fondos de renta fija, que compran bonos corporativos, bonos de mercados emergentes y deuda hipotecaria. Y como cada vez parece más probable que EEUU suba las tasas de interés, creando potenciales pérdidas para los tenedores de bonos, los flujos se podrían revertir- creando shocks desestabilizadores para reguladores e inversionistas por igual.

Considere los números. Justo después de que Klarman diera sus advertencias, Morningstar dio a conocer un análisis que sugiere que los inversionistas estadounidenses han puesto US$700 mil millones en los principales fondos de bonos estadounidenses desde 2009, comparados con los US$132 mil millones en acciones. Dado que los precios de los bonos han subido, también, el valor de estos fondos se ha duplicado hasta US$2 billones (millones de millones). Eso es sorprendente. Pero lo más notable es que, tanto en términos absolutos como relativos, estos flujos hacia la renta fija han superado los flujos hacia fondos de renta variable que se dieron durante la burbuja tecnológica en 1990.

Un nuevo estudio de la escuela de negocios Booth de Chicago estima que desde 2008, los flujos hacia los fondos de renta fija han sido casi US$2 billones (millones de millones), cuatro veces más que los de renta variable.

Pero, la pregunta de US$2 billones es qué pasaría, o cuándo, si esos flujos cambian de rumbo. Hasta hace poco se presumía que los inversionistas de bonos corporativos eran un grupo menos asustadizo que los que invierten en acciones; los fondos de renta fija no eran propensos a este vuelco en la confianza. Sin embargo, los cuatro economistas de la escuela de negocios de Chicago Booth argumentan que esto ya no es así.

Analizando las cifras del mercado desde 2008, concluyeron que los inversionistas en el mercado de bonos tienen una tendencia en aumento hacia cambios volátiles y comportamiento de rebaño. Esto es, en parte, por el miedo a que la Fed suba pronto las tasas. Pero la sociología de los gestores de activos también es crucial. "Los agentes de inversión son reacios a ser los últimos en un negocio que podría desencadenar una carrera entre los inversionistas para sumarse a una venta masiva para no quedarse atrás", señalan. Y mientras este comportamiento puede afectar a todos los fondos de inversiones, el análisis de Chicago sugiere que en el último tiempo quienes manejan los fondos de bonos se han vuelto más asustadizos que su contraparte en el mercado de acciones.

Chicago Booth explica que uno de los signos de lo anterior se dio el año pasado cuando los mercados de bonos, temerosos de que la Fed endureciera su política monetaria, tuvieron un berrinche por el retiro del estímulo. Los autores advierten que los "mercados de bonos podrían experimentar otro berrinche" cuando "el estímulo monetario extraordinario sea retirado en EEUU".  Y como son ahora los fondos de bonos -no los bancos- los que se llevan parte de los bonos corporativos, otro berrinche por el retiro del estímulo podría ser muy desestabilizador.

Nadie sabe cuándo llegará ese punto de inflexión. Pero, mientras más dinero va hacia la renta fija, cualquier reversión se hace más peligrosa. Los inversionistas y los políticos deben prestar atención a la escuela de Chicago, o a Klarman. Puede que la historia no se repita; pero, cuando ocurre una burbuja, tiene tendencia a la rima.

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