Durante gran parte de su carrera, Juan Manuel Santos ha librado batallas. Ahora, el presidente de Colombia está buscando la paz. Sentado en el palacio presidencial en Bogotá, su tono es mesurado. Es el misterioso semblante de un experto jugador de poker, lo cual coincide, porque si la política fuera un juego de poker, Santos recién habría hecho una apuesta all in.

En los últimos 50 años, Colombia ha sido golpeada por la guerrilla más antigua de Latinoamérica. Pero en septiembre del año pasado, Santos abrió negociaciones formales con las FARC para tratar de encontrar la paz. El éxito terminaría con un conflicto que se ha entrelazado con los grupos paramilitares, desplazando a millones y dejando a miles de muertos. Dado que las FARC también se han financiado con el narcotráfico, la paz también tiene ramificaciones internacionales.

"No soy un apaciguador. Lo que quiero es paz", declara Santos a Financial Times. "Créame, es mucho más difícil hacer la paz que la guerra".

Santos sabe de lo que habla. Como ministro de Defensa bajo el gobierno de Alvaro Uribe, fue implacable con las tropas de las FARC. Pero esto no ha evitado que Uribe se convirtiera en uno de los críticos más implacables. "Nadie ha golpeado a las FARC más fuerte que yo. Pero todas las guerras tienen que llegar a su fin en algún minuto, y eso requiere una solución negociada", plantea Santos. "Por eso cada militar lucha, de manera que pueda haber paz. Aún así, como siempre he dicho, estas negociaciones tienen límites, y si la paz no es posible debemos alejarnos".

Santos, de 61 años, estudió en la London School of Economics. Sobrino de un ex presidente, su familia fue dueña el periódico El Tiempo, hasta que lo vendió en 2007. Es culto y cortés, pero permanece atado a la tierra aplicando lecciones de poker. "A Truman y Roosevelt…les gustaba jugar", dice. "Les recordaba para la vida diaria y el gobierno, que se debe saber las reglas del juego, cuándo arriesgarse, quiénes son los rivales y que se necesita visión y suerte para ganar".

Más que nada, sin embargo, Santos está preparado para el poder: fue ministro de Comercio, de Finanzas y de Defensa. Antes de gobernar, fue periodista y fundó un think tank dedicado al tema del buen gobierno.

Colombia también es miembro de la Alianza del Pacífico, un promisorio bloque comercial de US$1.200 millones que incluye también a México, Chile y Perú. Santos está orgulloso y es diplomático sobre las comparaciones con las economías más proteccionistas de Sudamérica como Brasil o Argentina. "Nunca me escuchará denigrar a otros países", dice. "Pero es verdad que estamos creciendo más rápido. También compartimos las mismas creencias acerca de la importancia de la inversión extranjera y la ley".

Pero la paz también trae sus desafíos. En primer lugar, incorporar a las guerrillas desmilitarizadas a la política nacional podría ver a la política de centro derecha virar a la izquierda. Pese a que las encuestas sugieren que el apoyo público al proceso de paz está creciendo, este es el tipo de negociación que irrita a los rivales políticos de Santos. También puede alimentar temores, especialmente en la comunidad de negocios, de que la paz podría desatar un día una ola de populismo político.

"Hay muchas definiciones de gobierno. La que yo tengo es ejecución", plantea. Él apunta al hecho de que los ministerios han gastado más de sus presupuestos destinados en los últimos dos años que en los últimos 15, aunque como agrega, una fuerte ley anti corrupción ha producido inercia en la burocracia. "Fuimos demasiado lejos, quizás (con esa ley)", sostiene.

Al mismo tiempo, la economía ha empeorado. Una ola de inversión minera ha traído señales de la "enfermedad holandesa", incluyendo una moneda apreciada que ha castigado a las manufacturas. Aunque la economía está creciendo en torno al 4%, "algunos sectores no están avanzando tan bien", admite Santos, quien anunció un paquete de estímulo dos semanas después de esta entrevista.

También está su estilo de gestión. Parece más presidente que CEO. Su gabinete, está lleno de tecnócratas, pero los críticos afirman que no se condice con su habilidad de hacer las cosas bien y ahí está lo que llaman el Talón de Aquiles de su programa: es muy ambicioso y muy amplio. "El número de reformas aprobadas, y su calidad, nos convierten en el gobierno más progresivo en el último siglo", responde Santos, que se respalda en las estadísticas.

Su lista de reformas obliga a generar una pregunta en la mente de los colombianos: ¿con tanto qué hacer, se postulará para presidente otra vez en 2014? Santos dice que no lo decidirá hasta noviembre. "Algunas personas creen que estar en mi posición es muy agradable", afirma. "Debo decir que a veces es muy difícil", agrega.

No hay razones para no creerle, hasta que surge el tema de completar el proceso de paz, lo que tal vez sea su aporte a la historia. La oposición interna dice que Santos necesita lograr el acuerdo para lanzar su intento de reelección. Una pregunta más interesante, eso sí, es si acaso la paz lo necesita a él. Después de todo, firmar el acuerdo es sólo la mitad del proceso e implementarlo será muy difícil. "Si la paz es posible, sería irresponsable poner esa posibilidad en peligro para mi país y para las generaciones futuras", sostiene, pero no queda claro si sugiere ambivalencia sobre postularse de nuevo, o que lo hará, tal vez son ambas.

© The Financial Times Ltd. 2011