En el distrito de compras de Nacka, en el sur de Estocolmo, Suecia, hay un mall lleno sólo de colegios. La Kunskapsgalleria, o “galería del conocimiento” parece un complejo de retail típico. Pero afuera están las puertas de los colegios y los avisos promueven el negocio de la educación en vez de mercadería de lujo.

Para los arquitectos de las reformas educativas de Suecia, este nexo entre educación y comercio es el ideal de las escuelas financiadas por el Estado pero administradas por privados, conocido como friskola.

Dos décadas después de un experimento audaz en abrir la educación estatal al mercado, un quinto de los alumnos, o cerca de 312 mil niños, asisten a las friskolas. De ellos, dos tercios van a instituciones administradas por empresas en vez de cooperativas u organizaciones de caridad, y cuatro de los 10 mayores proveedores de educación están respaldados o son financiados por inversionistas de capital de riesgo.

Ningún otro país europeo ha confiado tanto la educación de sus hijos a las empresas privadas.

Por años, el sistema ganó la admiración de los defensores del libre mercado en todo el mundo. Expertos en educación de Cato Institute, un think tank libertario en Washington, han buscado qué pueden aprender sus escuelas de este sistema. Para los políticos que buscan mejorar las escuelas sin elevar los impuestos, Suecia parecía haber hallado la respuesta: los padres tenían una mayor elección, los nuevos colegios traerían mayores estándares e impulsarían a las instituciones existentes a mejorar.

Los altos puntajes en los primeros años parecieron respaldar la teoría sueca de que la competencia del mercado era la mejor manera de mejorar los resultados, lo cual atrajo una serie de empresas a ese mercado. Un sindicato de profesores recuerda que “solía ser más fácil empezar una escuela libre que un local de comida rápida”.

Pero a medida que proliferan las friskola, la confianza sueca en las escuelas con fines de lucro se ha visto sacudida. Tradicionalmente entre los mejores países del mundo en educación, Suecia se ha desplomado en los ranking internacionales: los resultados de la última prueba PISA de la OCDE mostraron que los puntajes han caído dramáticamente en lectura, matemáticas y ciencia a una posición muy por debajo del promedio para las naciones desarrolladas.

Los escándalos en las escuelas administradas por las empresas han movido a los padres aún más. La ansiedad pública sobre el estado de las escuelas suecas ha puesto a este modelo con fines de lucro –no sólo para las escuelas, sino en otras áreas del gobierno como la salud y el sistema de seguridad social- como prioridad en la agenda para la elección general de septiembre.

Jonas Sjöstedt, líder del partido de Izquierda, resume la desilusión pública. “La creencia de que la desregulación es la solución para todo, desde administrar trenes a educar a los niños, ha sido enorme”, dice. “Esto ahora ha terminado. Hay partes de nuestras vidas que el mercado no puede llenar”.

A medida que el gobierno conservador en Reino Unido considera si extender su política de escuelas libres para permitir que compañías con fines de lucro administren estas instituciones, el foco está en Suecia nuevamente, pero esta vez por razones mucho menos halagadoras.

Pese a un clima político hostil por la quiebra de algunos fondos de capital de riesgo (que han puesto en riesgo a miles de alumnos), Marcus Strömberg, director ejecutivo del mayor grupo educacional de Suecia (AcadeMedia), da una nota positiva. Dice a Financial Times que los proveedores responsables como el suyo están “alejando los agujeros negros y burocracia que tienen las municipalidades”, e insiste en que una compañía limitada es “la mejor organización para crear buena calidad a bajo costo”.

AcadeMedia recibe 7% de sus ganancias al año de sus escuelas. Dado que el gobierno paga una mensualidad por niño, la empresa debe atraer más clientes para ganar más dinero. Los proveedores de educación argumentan que este modelo asegura que sólo los colegios de alta calidad y exitosos son rentables. Los detractores dicen que impulsa a las escuelas libres a gastar dinero del contribuyente en caras campañas publicitarias.

Al ser consultado sobre cómo se hacen los ahorros de costos, AcadeMedia dice que las economías de escala en adquisiciones y la administración central son los principales motores de la eficiencia. Sin embargo, el personal es el costo más significativo de cualquier proveedor educativo y la empresa admite que sus tasas de alumnos por profesor son mayores que en las escuelas municipales. También dice que algunas de sus escuelas pagan menores salarios que sus contrapartes estatales, a menudo porque los profesores son más jóvenes. El descontento público sobre la calidad de la enseñanza en las escuelas privadas ha hecho que el gobierno tenga nuevos estándares de capacitación.

Pero, en opinión de Strömberg, la preocupación por el lucro está mal enfocada. “¿Es una empresa buena para la sociedad? ¿Necesitamos que las empresas inviertan más en el sistema escolar? Esa es realmente la pregunta”, dice. “La pregunta no es acerca del lucro”.

Bertil Östberg, secretario de Estado para las escuelas, admite que la “libre elección ha llevado a mayores diferencias entre las escuelas”. Él culpa en parte a los políticos que introdujeron la friskola, diciendo que fueron ingenuos al pensar que estas instituciones serían administradas por profesores y padres. “Ahora tenemos estas empresas y ellas a menudo son propiedad de capitalistas de riesgo y han visto la educación como una buena forma de ganar dinero”.

Un equipo de trabajo está considerando si debiera introducirse una legislación para evitar que los grupos de capital de riesgo tomen propiedad de las escuelas libres porque no tienen el interés de largo plazo para que sean exitosas.

“Si realmente quieres mejorar la educación debes invertir en capacitar a los profesores y elevar sus competencias y eso toma tiempo”, dijo Östberg. “Y si eres una empresa de capital de riesgo… ¿realmente tienes el interés de asegurarte de que los resultados son mejores en una perspectiva a 10 años?”.

La OCDE promueve un sistema de inspección más duro para Suecia, pero Andreas Schleicher, director del programa PISA, no critica las ganancias comerciales. “No debiéramos subestimar el dinero que se malgasta en sistemas educativos a través de todo tipo de vías”, dice. Schleicher cita investigación de la OCDE que muestra que en Estados Unidos sólo la mitad del gasto por estudiante llega a la sala de clases. “Eso me preocupa mucho más que alguien extrayendo 3% o 4% de ganancias”, dice.

Cualquiera sea el resultado de las elecciones, Suecia cambiará. Mientras Sjöstedt promete sacar al sector público de los intereses del sector privado, el partido liberal de Östberg –parte de la coalición de centroderecha- por lo menos frenará la propiedad de las empresas privadas.

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