En siete años el peso de la venta de tecnología vía internet ha crecido de 4% a 15%. La cifra es reveladora de un fenómeno en ascenso que está cambiando la forma del consumo.
La perspectiva es que los grandes retailers deberán adaptarse a un cambio en su oferta y para ello tienen que invertir en tecnología, cuestión que ya están haciendo, lo que empujará a su vez a los actores más pequeños. La situación posiblemente conducirá a un ajuste en los centros comerciales, si bien en Chile esta realidad aún se cruza con la expansión del consumo en malls.
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Con todo, la reformulación de los retailers es sólo una dimensión -incluso pequeña, si se quiere- de las transformaciones que internet ya está causando en el mercado laboral. La cuestión del futuro del trabajo es materia de ardua discusión y desde luego hay perspectivas optimistas (más ocio, mayor calidad de vida y empleo mejor calificado) y otras pesimistas (grandes masas de desempleados, precarización y, por ende, aumento de la pobreza y la desigualdad).
En Chile, las grandes empresas han iniciado -algunas de manera más avanzada que otras- las inversiones necesarias para asumir este cambio vertiginoso, del cual se tiene poca certeza de cómo evolucionará. A nivel privado se están preparando para ello, con más inversión en tecnología y logística, por ejemplo en el retail, con capacitación en otros, pero se ve una estrategia clara y definida. La reflexión debe ser, entonces, qué se está haciendo desde el Estado para enfrentar el tsunami digital y tecnológico.
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Cuál es la estrategia país en capacitación de esa base de empleados públicos cuya función específica es probable quede obsoleta, qué estrategia seguiremos en cuanto a servicios públicos, nivel de inversión tecnológica a nivel del Estado, cómo conversan las entidades de Gobierno y cómo hacer para que el Estado sea más moderno, ágil y un promotor de la adopción de nuevas tecnologías.
Sin duda, este se encuentra al debe, pues carece de una estrategia país y la calidad y nivel de tecnologización no se condicen con el desarrollo nacional. Es momento de poner este tema entre las prioridades, dado que la revolución tecnológica no esperará a que las autoridades se pongan primero de acuerdo sobre qué hacer.
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