Hace más de 110 años que Finlandia encabezó el reconocimiento del derecho a sufragio de la mujer, seguido en distintas velocidades por la mayoría de los países del mundo.
¿Pero cuánto ha impactado en las políticas públicas la inclusión de esta mitad de la población? Muy poco, al menos en el gasto público, advierten los investigadores Claudio Bravo-Ortega, Nicolás Eterovic y Valentina Paredes, quienes elaboraron un estudio llamado "¿Qué quieren las mujeres? El sufragio femenino y el tamaño del gobierno", seleccionado para ser publicado en la revista Economic Systems.
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"Contrariamente al consenso existente, nuestros principales hallazgos muestran que la introducción del sufragio de las mujeres no tiene impacto en el tamaño del gobierno. No hay evidencia de una "brecha de género moderna" con respecto a las preferencias de gasto público o de influencia en el tamaño y el alcance del gobierno, al menos en Europa y América Latina, que incluye 31 países en total", señalaron como conclusión.
El estudio partió porque observaban cierta discrepancia entre estudios dependiendo de su origen. Aquellos que provenían del ámbito económico, atribuían parte del aumento en el gasto público a través del siglo XX a la votación femenina. Mientras que los de ciencias políticas señalaban que las mujeres tendían a ser más conservadoras que los hombres, sobre todo en sus primeras votaciones.
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Los investigadores tomaron datos de 46 países y los agruparon por vecindad e idioma para ir analizando como verdaderamente influyó la inclusión de un nuevo actor en la democracia.
Si bien el gasto público nunca volvió a aumentar a niveles tan altos como fue previo a las guerras mundiales, algunos estudios habían visto correlaciones entre mayor gasto y sufragio femenino, y así lo consigna el paper: Lott y Kenny (1999) encontraron que la introducción del sufragio femenino en EEUU aumentó el gasto público inmediatamente en 14%, seguido de un alza de 28% en los próximos 45 años. Aidt y Dallal (2008) descubrió que, en seis países de Europa Occidental, el sufragio femenino estaba asociado con un aumento de 0,6%-1,2% en mayor gasto social como porcentaje del PIB en el corto plazo, con un efecto mucho mayor en el largo plazo.
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"Estos resultados econométricos suenan desconcertantes a la luz de los hallazgos de la ciencia política de la década de 1950 y 1960, que concluyeron que las mujeres eran más conservadoras, religiosas y propensas a apoyar partidos de derecha que los hombres", señala textual.
Cambio en el tiempo
"Veíamos un puzzle en la literatura porque la más moderna indicaba que las mujeres tienden a preferir un gasto público mayor en educación y salud, mientras que los hombres en cosas de defensa. Y la literatura de ciencia política nos decía que las mujeres eran más conservadoras que los hombres. Queríamos entender ese puzzle", comenta la académica del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, Valentina Paredes.
Históricamente, las mujeres al comienzo eran más conservadoras a la hora de votar y por ende no se refleja un cambio sustancial en la forma en que los gobiernos definen su erario. "No hay evidencia fuerte de que haya aumentado el gasto público social. Cuando se introduce el voto femenino, muchas mujeres votaban muy alineadas a sus maridos, entonces no había muchas diferencias", añade la economista.
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Pero esta orientación va cambiando a medida que avanzaba el siglo XX con las libertades conocidas, se introduce el divorcio y la mujer se incorpora al mercado laboral. "En los 80, las mujeres empezaron a moverse hacia la izquierda en preferencia política con respecto a los hombres, eso se empieza a ver en países más desarrollados como Inglaterra, Alemania, EEUU, Holanda, Nueva Zelandia, y puede estar relacionado con que antes dependían más de los maridos, y ahora como se divorciaban votaban menos alineadas a los hombres", indica Paredes.
Explica que el paper no se hace cargo de este cambio, pero menciona un estudio realizado en India que encuentra evidencia de que el gobierno empieza a gastar más en educación y salud cuando las mujeres parten votando.
"Hay bastante literatura que estudia la asignación de gasto dentro de las familias y en general se encuentra que ellas tienden a gastar más en cosas de los hijos que los hombres, y ello podría extrapolarse en el gasto público al hecho de que serían más orientadas a la seguridad social, porque históricamente ha estado más desprotegida que el hombre, gana menos y participa menos en el mercado laboral", recalcó Paredes.