Hace un par de semanas el ministro de Economía de España, Luis de Guindos, predijo: “La batalla por el euro se librará en España”.
Con la decisión de España de aceptar la ayuda internacional para salvar a sus bancos, la batalla ahora se está librando. Niall Ferguson y Nouriel Roubini advierten que Europa está “peligrosamente cerca” de “repetir los desastres de la década de 1930”.
Al igual que en los ‘30, un conflicto en España ahora es visto como fundamental para una lucha más amplia por el destino de Europa. No puede pasar mucho tiempo antes de que una brigada internacional de economistas keynesianos se ponga en marcha hacia Cataluña. Una vez más, Alemania se presenta como el villano en un drama paneuropeo.
Por supuesto, nadie duda de las credenciales democráticas modernas de Alemania. Pero la imagen que surge de la prensa mundial es de una obstinada Alemania, cuyas acciones amenazan al mundo. La portada de la revista Economist de esta semana mostró a la economía global como un barco que se hunde y suplica a Merkel que “encienda los motores”.
La revista resume un “consenso internacional sobre lo que Merkel debe hacer”, incluyendo un “cambio de la austeridad”, “una unión bancaria con un seguro de depósito de euros” y una “forma limitada de la mutualización de la deuda”. En privado, líderes mundiales desde Londres a Washington y Roma están instando acciones similares en Berlín.
Las demandas que se están realizando del gobierno alemán parten de un sincero deseo de evitar una repetición de los ‘30, cuando el desastre económico provocó una catástrofe política.
Sin embargo, si bien estas demandas pueden tener sentido económico, son políticamente poco realistas y peligrosas. Son soluciones de libro que no pasan la prueba del mundo real. Peor aún, si se aprueban, arriesgarían encender una radicalización muy política que están destinadas a prevenir.
Considere sólo una de las propuestas en la lista de compras: un plan de seguro de depósito bancario en toda Europa. Como un político holandés que comparte el punto de vista alemán dice: “No podemos presionar por una unión bancaria cuando los franceses acaban de reducir su edad de jubilación a 60 años y nosotros hemos elevado la nuestra a 67”. Desde el punto de vista holandés y alemán, es injusto para sus ciudadanos tener que financiar los bancos de los países que utilizan su propio dinero para pagar los beneficios sociales que son más generosos que los que se ofrecen en Alemania o los Países Bajos.
Este dilema ilustra por qué un ejercicio que suena relativamente técnico, como el seguro de depósito bancario, tiene profundas implicancias en la soberanía nacional. Una vez que se da un gran paso hacia la mutualización de la deuda a través de Europa, se está obligado a una unión política mucho más profunda. No es sólo la tan discutida necesidad de un “ministro de finanzas” europeo, con el poder de pasar sobre los gobiernos nacionales. Para evitar agrias disputas sobre justicia, también habría que armonizar los sistemas de seguridad social europeos. Ese sería un trabajo de décadas.
El gobierno de Merkel no descarta los bonos de la eurozona o seguros de depósito de la UE para siempre. Argumenta que cualquier movimiento puede venir sólo como parte de un proyecto más grande -la formación de una unión política. Cualquier otra cosa sería darle al sur de Europa una tarjeta de crédito alemana, sin establecer un límite de crédito.
Es difícil ver cómo los políticos europeos podrían alcanzar reformas tan profundas en semanas o meses. Una encuesta reciente de Pew mostró que una gran mayoría en toda Europa está en contra de ceder la soberanía nacional en temas presupuestarios. La misma encuesta mostró que Merkel era ampliamente admirada.
La gente muestra acá más sentido que los intelectuales que hacen cola para darle una patada a Berlín. Si bien el manejo de Merkel de la crisis no ha sido impecable, tiene un gran logro a su nombre. Ha impedido a los extremos políticos ganar terreno en el país, a diferencia de lo que ha ocurrido en Austria, Francia, Países Bajos y otros.
Alemania tiene todas las condiciones para una reacción similar. Los votantes del país tienen motivos para sentirse engañados sobre el euro. Se les prometió que una moneda única implicaba una cláusula de no rescate que evitaría que los alemanes tuvieran que apoyar a otros países de la eurozona. Pero Alemania ya ha tenido que aceptar las posibles responsabilidades de €280 mil millones para financiar los varios rescates de Europa - y habrá más demandas en el futuro.
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