Cada vez que Facebook introduce un nuevo servicio o característica, la recepción que tiene es un proceso de tres pasos: ira, negociación y aceptación.

El primero involucra titulares con las implicancias para la privacidad del último servicio, ya sean reales o imaginarias. Seguro, plantean los críticos, Facebook ha ido demasiado lejos esta vez.

Luego viene la reacción de los usuarios que sienten que están siendo obligados a adaptarse a una nueva manera de hacer cosas cuando la manera antigua funcionaba perfectamente bien. ¿Qué hay de malo en mantener las cosas como estaban?

Finalmente, meses después, el nuevo servicio se vuelve natural para Facebook. Nadie realmente recuerda y a nadie le importa si es para mejor o peor, y el número de usuarios activos sigue subiendo.

Hasta el momento, la reacción a separar Facebook Messenger en una aplicación aparte ha seguido esta fórmula. Messenger, que deja a los miembros de Facebook mandar mensajes directos entre ellos, ha estado disponible como una app independiente por algún tiempo, pero los usuarios ahora están siendo forzados a bajarla de manera separada.

Y a cualquiera que descargue Messenger en un teléfono Android también se le pide que dé acceso a la app a nueve diferentes aplicaciones del teléfono. Estas incluyen la cámara y el micrófono, ubicación, lista de contactos, calendario y teléfono.

Pedir aprobaciones como esta es un precursor estándar para bajar muchas aplicaciones. La mayoría de los usuarios simplemente aprietan “aceptar” y tratan de no pensar en las consecuencias de entregar el control de sus vidas digitales, considerándolas el precio por usar las aplicaciones “gratuitas”. El sentido de premonición que induce es rápidamente olvidado.

Viniendo de Facebook, sin embargo, la solicitud de Messenger para obtener permisos acarreó la predecible oleada de preocupaciones por la privacidad, forzando a la empresa a escribir un post justificando lo que hacía. No, no planea usar su poder sobre tu teléfono para empezar llamadas automáticas a tus amigos: sólo necesita ese permiso para colocar una llamada cuando marques un número de teléfono en un mensaje.

Luego vinieron las quejas de los usuarios por tener que bajar una app extra y cambiar la manera como hacen las cosas sólo para mantener el acceso a un servicio ya existente.

Es demasiado pronto para decir si las esporádicas señales de resistencia persistirán. Pero la experiencia sugiere que los usuarios de Messenger móvil continuarán siendo usuarios que alguna vez que se adaptan a la nueva manera de hacer las cosas.

Si Facebook está en lo correcto, el paso tres debiera seguirle. En vez de verse forzados a hurgar en la aplicación de Facebook cuando quieran enviar mensajes, los usuarios pronto estarán felices de apretar el logo de Messenger.

¿Por qué entonces, el tumulto de Messenger atrae tanta atención? Principalmente porque es un recordatorio del desafío mucho más grande que enfrenta Facebook, a medida que lucha por reconocimiento de marca en los dispositivos.

Para todo el tiempo que consume, la presencia móvil de Facebook parece modesta. Ha quedado reducida a una pequeña parte de la pantalla –sólo una app entre muchas- y sus muchas características se arriesgan a no ser consideradas en pos de los servicios más sencillos de usar.

De ahí su separación de Messenger y sus recientes adquisiciones de WhatsApp e Instagram. Un intento previo de ponerse a sí mismo al frente en materia móvil –poniendo una pantalla de Facebook en el inicio para los dispositivos que usan software Android- ha fracasado. Conocido como Facebook Home, buscaba aliviar a los usuarios incluso de la necesidad de abrir una app.

El enfoque alternativo, de mantener una categoría estable de aplicaciones que tienen éxito en sus categorías, parece sostenible mientras Facebook siga comprando o construyendo servicios líderes. Pero la estrategia no logra capitalizar uno de los principales activos de Facebook: su tejido social de conexiones entre los usuarios: el pegamento que aglutina a toda su red.

Messenger, como parte del núcleo de Facebook, está atado a su tejido social, y sigue siendo parte integral del servicio cuando se accede a través de un navegador web. En contraste, WhatsApp e Instagram pueden operar de manera completamente independiente.

La continua separación de las muchas aplicaciones de Facebook parece una respuesta al desafío móvil. Pero mantener la red única intacta parece un imperativo estratégico.

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