Tal y como la canción de Los Tres con el mismo nombre que el título de esta columna, este último tiempo me he dado cuenta que estoy feliz de perder. Si bien reacciono bastante mal a la derrota y mi espíritu competitivo me juega a veces malas pasadas, en este momento es precisamente lo que necesitaba. En mi caso particular, con la empresa que dirijo, estuvimos en una licitación muy importante, que personalmente buscaba con muchas ganas. Dedicamos bastante tiempo y compromiso por parte del equipo y no fue suficiente. Perdimos. Un llamado telefónico de menos de tres minutos nos dejó fuera sin derecho a réplica. Chao. Fuera. Next.

Asumo que esto le pasa a todos, ya sea en el trabajo, en la familia, en la pareja, en la amistad. Vivimos buscando el éxito, el aplauso ajeno, la constante validación. Algunos lo hacen por plata, otros por deporte, otros por aceptación, las variables son muchas, pero espero que mi caso no sea muy diferente al tuyo, amigo lector.

En un mundo tan competitivo e hipócrita como el de los negocios, no necesariamente, el que gana, efectivamente gana. A veces los costos sobrepasan el beneficio de ese logro. En nuestro caso, que somos una empresa de servicios de comunicaciones, ganarnos esa licitación hubiese sido un gran paso de validación ya que el cliente es lider de su industria y probablemente nos hubiese traido muchos beneficios y credenciales, pero también un montón de complejidades.

A mi me gusta ganar, me seduce ese sentimiento, debo reconocerlo. Cuando recibí ese llamado y quedamos fuera, sentí un vacío. Una pérdida. Busqué respuestas a porqué no habíamos sido lo suficientemente competitivos, porqué no habíamos leído correctamente el brief, el pedido. Al final, simplemente otro competidor era mejor que nosotros, otro había movido mejor sus piezas.

Como había sido una oportunidad que realmente habíamos buscado y trabajado mucho en ella, la frustación y el desgano me invadió, como un virus en invierno.

Mi socio trató de animarme, luego mi novia también trató de hacer lo mismo. Con el pasar del tiempo me di cuenta de lo positivo de la derrota, de que nos hacía más fuertes, sacamos enseñanzas y hoy estamos nuevamente pisteando a lo Schumacher. Caerse para levantarse tiene muchas satisfacciones, indica un nuevo proceso, un nuevo camino y por supuesto un nuevo desafío. Motivacionalmente hablando, la derrota te da mayores fuerzas, te humaniza y definitamente te potencia. Obviamente no es lo que buscamos, pero tragar el sinsabor de la derrota puede transformarse en la oportunidad perfecta para hacer cambios, para focalizar el paso. Y en eso estamos. En eso estoy. Finalmente, me di cuenta que estoy feliz de no haber ganado, que ese premio se lo haya llevado otro. Me siento bien con eso, pero tal y como dice la canción de Los Tres, estoy “feliz de perder, pero por un rato no muy largo”.

*Director ejecutivo ALTA Comunicación (@pablocourard).