La búsqueda de nuevos materiales que den mayor seguridad es una constante de la industria automotriz. Un claro ejemplo es la fibra de carbono, que se ha convertido en uno de los favoritos para generar nuevos modelos de Fórmula 1. Es más, este deporte utiliza el material desde los 80, cuando John Barnard, diseñador de McLaren, empezó a estudiar la fibra debido a su alta resistencia y ligereza.

Si bien en un inicio, el mundo motor veía con ojos incrédulos este material, todo cambió cuando en 1981 McLaren presentó un monoplaza construido principalmente con fibra de carbono. El vehículo de “plástico negro” como fue llamado en aquel momento, dejó a todos boquiabiertos cuando en El Gran Premio de Italia John Watson sufrió un accidente. Mientras todos esperaban que el piloto muriera tras chocar contra una barrera y hubiera una fuerte explosión, éste salió prácticamente ileso.

Hasta ese entonces, el aluminio predominaba en la fabricación de autos Fórmula 1, sin embargo la fibra de carbono llegó a conquistar el desarrollo de monoplazas debido a que tiene una densidad tres veces menor que la del acero y su resistencia es varias veces superior. Al igual que la mayoría de los nuevos materiales con características similares, la fibra de carbono dio sus primeros pasos en la aeronáutica.

Si bien su uso está muy ligado a los autos de competencia, los vehículos de alta gama empiezan a incorporarlo, como es el caso del BMW i3 que tiene paneles de fibra de carbono e iniciará su comercialización con modelos 2014. Además de ser eléctrico, ya suma aceca de diez mil reservas sólo en Europa.

Por ahora, la principal barrera para su incorporación masiva está relacionada con el precio. Para disminuirlo es que las marcas han trabajado en aleaciones con otros materiales y así, conseguir sumarlo a la industria de forma activa. Actualmente, su uso se da, principalmente, en fabricación de techos, carrocería y chasis, entre otros.