Las hasta hace poco “señales primaverales” parecieron esfumarse en cuestión de semanas. El crecimiento volvió a decepcionar con una expansión de 1,4% en septiembre, la masa salarial se desaceleró y la confianza empresarial no pudo sostener su frágil repunte. Lo que sí ha subido por dos meses consecutivos es la confianza del consumidor, aunque sigue en terreno negativo. Nuevamente, al igual que con los “brotes verdes” de hace dos años, hubo un optimismo que superó los niveles recomendados por la prudencia.

Si a lo anterior se agrega la incertidumbre por lo que pueda suceder con el crecimiento mundial tras la elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos, así como la sensación de vacío de poder a nivel interno, es difícil ver un cambio relevante que permita un repunte de la inversión y el crecimiento.

Una buena señal es la firmeza con la que el Gobierno ha defendido el 3,2% de reajuste de los salarios del sector público, pese a la populista posición que han adoptado integrantes de la Nueva Mayoría y también los parlamentarios de la oposición. Sin embargo, esta señal no es suficiente para generar un cambio de ánimo.

A ratos, da la sensación de que el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, sólo está para atajar goles, pero que el equipo no está para hacer goles.