No lo puedo negar. El anuncio del gabinete causó sorpresa y perplejidad en el mundo liberal que no está en Chile Vamos, que viene de la ex Concertación y que apoyó a Sebastián Piñera en la elección presidencial, mundo al cual pertenezco. Lo hicimos convencidos de que este será un gobierno que buscará acuerdos amplios, esos que el país requiere en esta hora de duda, que hará un genuino esfuerzo por conducir esa segunda transición esquiva hacia el desarrollo mirando al centro político, actuando en concordancia.

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Esperábamos un gabinete más amplio, abierto hacia esos sectores que lo apoyaron, y ello no ocurrió en el gabinete. Pasada la perplejidad ha empezado a develarse la estrategia de gobierno. El Presidente optó por una señal contundente, tan contundente como su triunfo. Por primera vez la derecha gobernará sin complejos respecto de sus ideas. La derecha hoy es la fiel representante en Chile de esa combinación que ha tenido un éxito incontrarrestable desde el siglo XVII en adelante: la democracia liberal representativa y el capitalismo. La izquierda moderada y el centro político le han dado ese honor. La izquierda fumó demasiado opio, y sigue en su proceso de involución, y el centro político no ha podido tomar el testimonio y se desangra penosamente, incluido el fracaso de quienes intentamos una alternativa.

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El gabinete es un gabinete hecho a la medida del Presidente. Supo combinar la solidez técnica con un equipo político de su confianza. Después del extraordinario éxito de Chile Vamos como bloque político unido, algo que antaño era privilegio de la Concertación, era de esperar que los presidentes de los partidos principales del bloque, que articularon ese logro, integraran el gabinete. El Presidente optó por un equipo de su plena confianza para gobernar. ¿Es ello una razón para descartar los objetivos de unidad nacional, de una segunda transición basada en acuerdos amplios? La primera reacción sobre el gabinete, incluida la mía, se basó en el prejuicio sobre los nombres propuestos, sin la necesaria pausa. Vamos por parte. Algunas de las sorpresas.

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Quienes no conocen a Alfredo Moreno y critican su nombramiento, son los mismos que creen que el mundo de la empresa y el mundo social están en permanente contradicción. El mundo de la empresa viene respondiendo aceleradamente a las demandas de hoy. El capitalismo consciente de Raj Sisodia, por ejemplo, está calando en muchos empresarios en Chile y Alfredo Moreno ha liderado ese proceso. La combinación de un Estado que pone el bien común por delante y una empresa consciente de su rol social es un auspicioso camino para Chile. Me encantó el nombramiento de Roberto Ampuero en Cancillería. Confieso la vergüenza que he sentido con la posición ambigua de Chile frente a Venezuela. Exiliados chilenos de la dictadura fueron acogidos en Venezuela, corresponde una posición clara frente a esa atroz dictadura del siglo XXI. Sin medias tintas.

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El nombramiento de Isabel Plá generó reacciones impulsivas que merecen un análisis pausado. Es evidente que el gobierno de Sebastián Piñera no avanzará en el derecho de la mujer a disponer libremente de un embarazo involuntario en las etapas tempranas. Nadie podía esperar algo distinto. Pero la ministra es una persona que ha recorrido un camino admirable de meritocracia, y en todos los demás temas, dicen, es liberal.

Apuesto a que el gobierno de Piñera dejará que el Congreso discuta y apruebe una ley de matrimonio igualitario. Es lo que piensan casi todos los hijos de Chile, incluidos los hijos del Presidente.

Finalmente, Gerardo Varela es un liberal de tomo y lomo en materia económica y social, y muy pragmático. Ningún liberal puede compartir la gratuidad universal, pues es una injusta captura de recursos públicos que deben ir a los niños y a los ancianos. Pero la gratuidad surgió por un error de la Concertación, que endeudó a muchas familias en forma discriminatoria respecto al crédito contingente y de bajo interés que tenía el Cruch. La gratuidad universal fue una demanda social en contra de la deuda impagable para los jóvenes y las familias. Podemos tener un debate honesto y encontrar un nuevo acuerdo social amplio. Gerardo Varela puede conducir exitosamente ese importante debate público.

Chile enfrenta una gran oportunidad. Como muchos países en el mundo, experimenta un descontento general con el estado de las cosas. Tal como lo dice un extraordinario artículo en el último número de The Economist, ese descontento ha sido capitalizado por grupos populistas que han logrado conectarse con la frustración de la gente, que siente que una elite privilegiada se lleva el país, y sus ingresos, para la casa. Podemos encontrar un nuevo camino de acuerdos amplios, poniendo las políticas públicas inclusivas por delante, sin privilegios de clase alguna. Todos juntos.

*El autor es economista (@patricioarrau).